Anexo I – Fuente: “Hacia
una economía con rostro humano”,
Bernardo Kliskberg, FCE, 2002.
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Según el informe sobre
Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 1998, para asistir a unos 4.400
millones de personas en países en desarrollo, en cuanto a sus necesidades
básicas de salud y nutrición, se requerirían unos 13.000 millones de
dólares anuales. Como datos comparativos tomemos egresos del mundo
desarrollado, como ser que en Japón se gastan anualmente en
entretenimiento, unos 35.000 millones de dólares; en alimentos para
mascotas unos 17.000 millones en EE.UU. y Europa; 50.000
en cigarrillos en el viejo continente...
Es incongruente el monto
involucrado para los países del G 8 y aliados Europeos. Aunque destinen un
escaso porcentual de sus presupuestos a combatir la pobreza, esta sigue
existiendo. Las Naciones Unidas o el Banco Mundial darán cuenta de esos
ingresos, como de los supuestos faltantes, que igual siguen siendo irrisorios
ante tales datos comparativos. Evidentemente el problema reside en como materializar
tales fondos, ya que sobra materia gris para ello. El disenso de cómo y
quienes es grave pues los carencias oportunamente perdidas de los infantes no
son fáciles, sino imposibles de recuperar, proyectando un futuro más lúgubre.
En otras palabras, debemos aunar política y corrupción. Algo sabemos los Argentinos: se producen 70 millones de toneladas de
cereales por año para 35 millones de habitantes, con zonas amplias de
desnutrición y el 50% de la población bajo la línea de pobreza. Una
población solidaria, una historia de políticas sociales del partido gobernante
actual y desde sus orígenes ( EVITA), chacareros
que donan cereales de gran nivel proteico, etc., etc., y siguen los problemas.
Se necesitan indisolublemente sensibilidad social e imaginación productiva.
Aserto valido para cualquier republiqueta del planeta. La sensibilidad
dispararía la operatoria que haría posible, si o si, el asistencialismo, más
allá de las disquisiciones que pueda generar el mismo ( pescado,
pescar, caña, educación, soberanía, etc.).
Los niños ajenos a sus dirigentes políticos, profesionales en disputas
ideológicas, no pueden esperar ¿ Qué falta? : V E R G Ü E N Z A. Pensar que
No puedo omitir una historia
que siempre me atrajo, dado que es un ejemplo de desestructuración que hace a
la calidad humana. No tengo datos precisos, pero sí el concepto. Creo que
mediaba los 80 y en Francia, uno de los países agrícolas del primer mundo. Un capo-cómico conducía un
programa televisivo de alto rating. En oportunidad de presentarse un
funcionario agrícola a tal programa, su conductor, Coqueluche, le
pregunto cuanto costaban los cereales acopiados en los silos, próximos a su
exportación. Este le indico un precio aproximado, que resultaba muy inferior con relación al precio minorista
del mercado francés. El cómico inicio
una disquisición sobre que era intolerable que un país rico como Francia
existiese gente con hambre. Así que lo conminó públicamente a que le vendiese a
él tales cereales, al precio que se vendía al extranjero, comprometiéndose a
generar alimentos preparados para dar de comer a quien lo necesitara. El
atribulado funcionario, ante la numerosa audiencia, no pudo más que avalar el
planteo. Coqueluche, para remachar la decisión entrevistó a otros
famosos galos ( Deneuve, Delon, etc.)
que dieron visto bueno a su proyecto. Así surgieron las carpas Coqueluche,
fiel a su origen de payaso circense, que sirvieron para alimentar a quien lo
necesitara sin condicionamientos. Y eran épocas de vacas gordas para Francia.
Luego, candidato presidencial, popularidad, accidente y muerte en ruta...
dejémoslo ahí.