Estimo
que habrá una gran preocupación en las esferas gubernamentales para dar cabida
a un plan de asistencia social que no fracase como todos los proyectos
precedentes. No hay margen para incurrir en nuevos errores. Que se
reparte, quien reparte y quienes recibirán tal asistencia ha sido
y será una difícil tarea para cualquier organización pública y/o privada,
medido esto en términos de una distribución equitativa, no de réditos
políticos. Cualquiera de los procedimientos precedentes han generado
fallas: desde el simple robo de las mercaderías compradas, los sobreprecios y/o
la mala calidad de aquellas, errores conceptuales sobre nutrición/contención,
la distribución clientista, la distorsión en los instrumentos que no garantizan
que llegue a los que lo necesitan. Léase efectivo, bonos, vales de compra, etc.
cuyo origen es proveer determinados tipos de elementos y terminan siendo
canjeados por inescrupulosos, etc, etc, etc,...
Aludía
el presidente en un reportaje la definición de locura de Einsten: repetir los
mismos esquemas que nos condujeron al fracaso y esperar resultados positivos ¿ No será hora de dividir la asistencia social en
su nivel primario, es decir asegurar una alimentación adecuada de carácter
preventivo, de las de orden secundario como salud, educación, vivienda, capacitacion laboral, etc?
Lamentablemente los marginados no saben de cacerolas. Ni perciben lo vital de
su desnutrición cotidiana y las serias consecuencias de tales carencias, las
sufren. Estas limitaciones no son de los últimos meses, ya hace años que el
hambre azota a todo el país sin excepciones. Las restricciones presupuestarias publicas han restringido a un
mínimo e insuficientemente la provisión de alimentos a la población.
Días atrás leía un artículo en Clarín rural sobre
lo inconcebible de que siendo Argentina el mayor productor per cápita de alimentos en el planeta, gran
parte de su población tenía problemas nutricionales. En esta producción se
incluye la Soja y su gran nivel proteico. Esbozaba un plan por el cual
los productores darían gratis tales alimentos y pedía del estado la liberación
de tributos para que llegara a manos de los desnutridos gratuitamente
(impuestos, transportes, fletes. Peajes, etc.) garantizando
tal provisión. Asimismo tenía en cuenta que se necesitaba imaginación y
promoción de uso culinario de la soja, que es factible de ser un plato
apetecible, pidiendo la colaboración de ecónomos, dietólogos, de nivel para
encauzar un plan alimentario nacional que finalmente eliminara el estigma de
ser un país con recursos pero pobre (de ideas). Es decir desde su óptica la propuesta resulta
interesante. Pero estimo exige instrumentación coordinada y no es el fuerte
nativo. Aun más, la gratuidad implica la probabilidad
de no ser obligatoria como la calidad del producto donado.
Tal
artículo rememoro una historia que siempre me atrajo, dado que es un ejemplo de
desestructuración que hace a la calidad humana. No tengo datos precisos pero sí
el concepto. Creo que mediaba los 80 y en Francia, uno de los países
agrícolas del primer mundo. Un capo
cómico conducía un programa televisivo de alto rating. En oportunidad de
presentarse un funcionario agrícola a tal programa, su conductor Coqueluche,
le pregunto cuanto costaban los cereales acopiados en los silos, próximos a su
exportación. Este le indico un precio aproximado, que resultaba ínfimo con
relación al precio minorista. El cómico inicio una disquisición sobre que era
intolerable que un país rico como Francia existiese gente pasando
hambre. Así que lo conmino a que le vendiese a él tales cereales, al precio que
se vendía al extranjero, comprometiéndose a generar alimentos preparados para
dar de comer a quien lo necesitara. El atribulado funcionario, ante la numerosa
audiencia, no pudo más que avalar el planteo. Coqueluche, para remachar
la decisión entrevisto a otros famosos galos que dieron visto bueno a su
proyecto. Así surgieron las carpas Coqueluche, fiel a su origen
circense, que sirvieron para alimentar a quien lo necesitara sin
condicionamientos. Y eran épocas de vacas gordas para Francia.
Sintetizar
ambas propuestas sería una forma directa y eficaz de lograr en lo inmediato -
no mitigar simplemente sino garantizar- que no haya un
argentino, nacido en este país agrícola de excelencia, que este mal alimentado,
certificando una calidad de desarrollo presente y futuro a sus niños y el
mantenimiento de los adultos. Que este plan alimentario este supervisado y/o gerenciado por Caritas, Red Solidaria, etc.,
con el asesoramiento Universitario Nacional sobre: nutrición,
asistencia social y sistemas administrativos – y automáticos subyacentes-
que garanticen que el esfuerzo no sea en vano (
pasantías sociales incluidas). El INTA podría garantizar la
calidad de los alimentos primarios entregados. Idoneidad,
solidaridad y transparencia, una tríada indispensable.
¿ Que irán a comer mucha gente sin
necesitarlo? Sí, no lo duden, pero será más barato que la ineficaz
estructura administrativa asistencial hasta hoy existente .
En fin garantizar un objetivo múltiple perseguido actualmente ante la
emergencia nacional : paz social y mejor calidad de
vida, sin exclusiones . Asimismo, el tiempo dirá si será una base no
manipulada para pasar a un nivel secundario de asistencia social.
Como
beneficios conexos, será la fabricación de las carpas y elementos atinentes a
los comedores, licitadas nacionalmente, evaluando calidad y tiempo de entrega,
constatada con referencias internacionales por si fuera necesario – y lo
sería- una compra directa. El pago debe ser inmediato, dando prioridad a
tales erogaciones, para evitar distorsiones. Igualmente para los proveedores,
cuyos precios y calidad serán como los internacionales. Sin excluir la posibilidad de utilizar la
globalización para nuestro beneficio consiguiendo el mejor precio, calidad y
entrega de tal infraestructura, que aún la devaluación, implica el peso
argentino. La dotación limitada a los
que cocinen y sus ayudantes. El resto serán voluntarios, al cual se le exigirá
un compromiso horario mínimo semanal para no entorpecer sus tareas habituales.
Ningún argentino bien parido podrá negarse a colaborar. El reclutamiento será
múltiple: universidades, polimodales, ONG, amas de casa, como los mismos beneficiados.
Esperemos que en unos años esas carpas sean centros de
cultura para la población y resulten conmemorativas de los desaciertos
anteriores para no repetirlos.
Esto no sé si es factible, pero estimo que podría buscarse una forma de
financiación nativa para no atosigar el presupuesto nacional. Dado que me
preocupa el tema no puedo parar de pensar, hasta delirar. Las donaciones, sin
excluirlas, resultan renuentes sino se ven resultados. La corrupción nos marca.
Convengamos que este pueblo argentino es cholulo.
Que nuestros deportistas y artistas viven gracias a tal conducta y no pueden
negarse a colaborar gratuitamente, con un mínimo de aporte (
unas horas de su tiempo, una comida y promocionar el producto). Emitir
figuritas con las fotos de los mismos, crear algún álbum imaginativo (la
agencia de Agula podría blanquear su error delaruista) y
quienes lo completen participen de premios “reales” que serán compartir
unas horas con sus ídolos, con contribuciones económicas acotadas a cargo de
los famosos. Obviamente el costo del producto tiene que resultar mínimo, de
calidad, a precios del mercado nacional o internacional y las ganancias
exclusivamente para el plan alimentario esbozado. Este totalmente
Que niños y mayores sepan para que se destinan
esos centavos y que se explicite que tal gasto social es una inversión para un
futuro mejor. Un derecho, no una dadiva.
(Solidaria
e Idónea),www.redsoleido.com.ar. Aportes e
interrogantes ciudadanos
Número 18 del 31/01/2002
- Francisco Alberto Scioscia