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Si algo activa mi cerebro es cuando se comienzan a
proyectar reformas de Resulta evidente,
medida por el nivel de prestación particular o general de los distintos
ministerios del PEN, que todas las reformas precedentes han fracasado,
evaluado por el gobierno siguiente, nunca el mismo aceptando el fracaso. Este
nuevo intento parece restringirse a la contratación de una o varias
consultoras internacionales. Su experiencia internacional, como el nivel de
sus técnicos harían factible su contratación. Más aún los fracasos aludidos
con recetas propias de cada gobierno. Estimo
que no sería saludable en un país que no sobra un peso de presupuesto,
realizar una inversión multimillonaria sin rastrear fehacientemente las
causas del fracaso de las múltiples reformas políticas. Creer que es un
problema de orden intelectual es subestimar la capacidad de los funcionarios
involucrados en los respectivos fracasos. Quisiera que fuera un error de tal
naturaleza, dado que sería subsanable fácilmente. El problema es de orden
político. Generalmente se declaman los cambios, pero no se proveen,
concientes o no, de las políticas activas
que harán consecuente esa reforma, que esta en manos de los funcionarios
políticos. La formulación del proyecto generalmente es
acertada, dado que todos aspiran a mejorar la calidad de la prestación
estatal, aludiendo a lograr mayores niveles de capacitación, retribuciones
acordes y actualización permanente, certeramente descriptas en las normas
legales que le dan su origen. Luego,
generalmente, se derivan a una Secretaria, consustanciada con el proyecto y
esta comienza a generar políticas
tendientes a lograr tales objetivos, que se van diluyendo día a día, dado con
que no cuentan con el aval político consecuente, declamado pero no
ejecutado por los distintos funcionarios políticos del PEN. El acto
administrativo es esencialmente volitivo y luego intelectivo, sin escisiones.
Esto lo he reiterado en varias oportunidades, dado que sin la falta de
voluntad de hacer nada es posible, aun el mayor nivel intelectual involucrado
en el proyecto. Y esto en el estado se omite, delegando lo indelegable en los
cuadros intermedios que no tienen capacidad de imponer ninguna
modificación, recurriendo a soluciones de transacción entre lo que aspira la
sociedad, aun el mismo Presidente y lo que le permiten políticamente, generalmente
incongruentes con los objetivos perseguidos. De
tal exposición podría inferirse que logrando el ejecutivo que sus
funcionarios apoyen sin dilaciones los cambios necesarios que finalmente
redundaran en su propio beneficio, al transformar sus reparticiones en
órganos más productivos. Esto implica consustanciación de los niveles
superiores hacia abajo, facilitando las políticas que harán factible el
mismo. Esto parece obvio, pero no se cumplió hasta ahora y difícilmente se
haga, dado que juegan factores no blanqueados que perturban cualquier proyecto
de reforma, inherentes al modelo de poder que juega en los políticos y sus
funcionarios de confianza, en los cuales prevalecen los intereses sectoriales
a los generales aspirados por la sociedad, diluyendo cualquier cambio que les
afecte potencialmente o no, por las
dudas. Y ello tiene un origen: pesa su transitoriedad, atada a los
vaivenes cotidianos. Los hechos contradicen todas sus manifiestas
intenciones. Percibido por la
burocracia estatal, ducha en estos desencuentros, se fagocitan las
mejores intenciones. Ambos aspectos, políticos y burocracia existente
conjugados impiden cualquier reforma, solo desentendiéndose cotidianamente de
la misma, que la conducirán paulatinamente al fracaso. Cuando se perciban del
mismo, quienes tenían la firma voluntad de implementarla será tarde y no
tendrán tiempo real de reversión, desistiendo de la misma, por el solo hecho
de hacerse cargo de las causas, que seguramente los superan. Sino
se analizan estos factores y las formas de salvar su incidencia, poco podrá
hacerse aunque Merlín y Mandrake estén a cargo del proceso.
Sería prudente que se conchabe para ello, analizando las causas de los
fracasos y sus posibles soluciones y no para implementar directamente la reforma,
so pena de una nueva frustración que casualmente anunciará el próximo
gobierno. Así con un diagnostico consensuado en todos los niveles políticos,
se fijaran las pautas que garanticen la efectividad de la reforma, cueste lo
que cueste en términos de poder, no económico, resultando razonable que tal proceso sea
comandado por entidades o personas
ajenas al staff actual, inclusive el político. La
estructuración del estado debe servir como instrumento idóneo para
desarrollar las políticas que la sociedad demando a sus representantes. Transformarse en
cancerberos de las mismas, para evitar distorsiones intencionales o no.
Asimismo los gobernantes de turno el control de su productividad global e
individual. Un control mutuo al servicio de la sociedad, auditado
externamente al PEN. Esta es un tarea excesiva dado el deterioro
existente en todos los ámbitos, pero es factible sin incurrir en los errores
del pasado. Reitero, primero voluntad de hacer y luego idoneidad para su
implementación. Para mayor info, ver Reforma del
Estado
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