Si algo activa mi cerebro es cuando se comienzan a proyectar reformas de la Administración Pública. Podrían ser filtraciones de información o globos de ensayo para testear la opinión pública. Cualesquiera fuera la fuente me afectan, dado que siempre estuve atento a todos los procesos de cambio de las ultimas décadas, y aun fuera del sistema publico, mi labor organizacional en el mismo me permite hablar con cierta propiedad.

Resulta evidente, medida por el nivel de prestación particular o general de los distintos ministerios del PEN, que todas las reformas precedentes han fracasado, evaluado por el gobierno siguiente, nunca el mismo aceptando el fracaso. Este nuevo intento parece restringirse a la contratación de una o varias consultoras internacionales. Su experiencia internacional, como el nivel de sus técnicos harían factible su contratación. Más aún los fracasos aludidos con recetas propias de cada gobierno.

 Convengamos que ninguna consultora le garantizará el éxito, excepto que esta cobre por los resultados obtenidos fehacientemente. Si fracasa también lo hace el gobierno que la designo. Generalmente nadie asume el mismo, "fabricando" virtudes de la reforma que otro gobierno tendrá que enmendar y van... No creo igualmente que tales empresas acepten ser retribuidas de tal forma, ya que lidiar con el estado no es garantía de éxito, así que los contratos habrá que cumplirlos dado que ellos pondrán el marcha el proyecto y la continuidad del mismo correrá por cuenta de los funcionarios públicos y/o de carrera, que ellos mismos podrían seleccionar/entrenar, pero no pueden hacerse responsables ulteriores, que es en definitiva lo que se aspira: la productividad cotidiana.

Estimo que no sería saludable en un país que no sobra un peso de presupuesto, realizar una inversión multimillonaria sin rastrear fehacientemente las causas del fracaso de las múltiples reformas políticas. Creer que es un problema de orden intelectual es subestimar la capacidad de los funcionarios involucrados en los respectivos fracasos. Quisiera que fuera un error de tal naturaleza, dado que sería subsanable fácilmente. El problema es de orden político. Generalmente se declaman los cambios, pero no se proveen, concientes o no,  de las políticas activas que harán consecuente esa reforma, que esta en manos de los funcionarios políticos. La formulación del proyecto generalmente es acertada, dado que todos aspiran a mejorar la calidad de la prestación estatal, aludiendo a lograr mayores niveles de capacitación, retribuciones acordes y actualización permanente, certeramente descriptas en las normas legales que le dan su origen.

Luego, generalmente, se derivan a una Secretaria, consustanciada con el proyecto y esta  comienza a generar políticas tendientes a lograr tales objetivos, que se van diluyendo día a día, dado con que no cuentan con el aval político consecuente, declamado pero no ejecutado por los distintos funcionarios políticos del PEN. El acto administrativo es esencialmente volitivo y luego intelectivo, sin escisiones. Esto lo he reiterado en varias oportunidades, dado que sin la falta de voluntad de hacer nada es posible, aun el mayor nivel intelectual involucrado en el proyecto. Y esto en el estado se omite, delegando lo indelegable en los cuadros intermedios que no tienen capacidad de imponer ninguna modificación, recurriendo a soluciones de transacción entre lo que aspira la sociedad, aun el mismo Presidente y lo que le permiten políticamente, generalmente incongruentes con los objetivos perseguidos.

De tal exposición podría inferirse que logrando el ejecutivo que sus funcionarios apoyen sin dilaciones los cambios necesarios que finalmente redundaran en su propio beneficio, al transformar sus reparticiones en órganos más productivos. Esto implica consustanciación de los niveles superiores hacia abajo, facilitando las políticas que harán factible el mismo. Esto parece obvio, pero no se cumplió hasta ahora y difícilmente se haga, dado que juegan factores no blanqueados que perturban cualquier proyecto de reforma, inherentes al modelo de poder que juega en los políticos y sus funcionarios de confianza, en los cuales prevalecen los intereses sectoriales a los generales aspirados por la sociedad, diluyendo cualquier cambio que les afecte potencialmente o no,  por las dudas. Y ello tiene un origen: pesa su transitoriedad, atada a los vaivenes cotidianos. Los hechos contradicen todas sus manifiestas intenciones. Percibido por la  burocracia estatal, ducha en estos desencuentros, se fagocitan las mejores intenciones. Ambos aspectos, políticos y burocracia existente conjugados impiden cualquier reforma, solo desentendiéndose cotidianamente de la misma, que la conducirán paulatinamente al fracaso. Cuando se perciban del mismo, quienes tenían la firma voluntad de implementarla será tarde y no tendrán tiempo real de reversión, desistiendo de la misma, por el solo hecho de hacerse cargo de las causas, que seguramente los superan.

Sino se analizan estos factores y las formas de salvar su incidencia, poco podrá hacerse aunque Merlín y Mandrake estén a cargo del proceso. Sería prudente que se conchabe para ello, analizando las causas de los fracasos y sus posibles soluciones y no para implementar directamente la reforma, so pena de una nueva frustración que casualmente anunciará el próximo gobierno. Así con un diagnostico consensuado en todos los niveles políticos, se fijaran las pautas que garanticen la efectividad de la reforma, cueste lo que cueste en términos de poder, no económico,  resultando razonable que tal proceso sea comandado por entidades o personas  ajenas al staff actual, inclusive el político.

La estructuración del estado debe servir como instrumento idóneo para desarrollar las políticas que la sociedad demando a sus representantes. Transformarse en cancerberos de las mismas, para evitar distorsiones intencionales o no. Asimismo los gobernantes de turno el control de su productividad global e individual. Un control mutuo al servicio de la sociedad, auditado externamente al PEN. Esta es un tarea excesiva dado el deterioro existente en todos los ámbitos, pero es factible sin incurrir en los errores del pasado. Reitero, primero voluntad de hacer y luego idoneidad para su implementación.

Para mayor info, ver Reforma del Estado

 

(Solidaria e Idónea). Francisco Alberto Scioscia
         www.redsoleido.com.ar número  19 del 12/05/2000                      letter.gif (161 bytes)