Pocos humanos tendremos la posibilidad de vivir
en dos siglos diferentes y más aún en dos milenios. Nos lleva a la reflexión.
El tiempo nos induce, aunque el 1° de enero próximo será un día como cualquiera de los otros inicio de
años que nos toco vivir. Pero las esperanzas tienen que tener un fundamento
para anhelarlas o expresarlas y esta es una oportunidad propicia para
hacerlo.
Tampoco podemos omitir el fin de una década que ha marcado a la
humanidad. El fin de la guerra fría tras la caída del comunismo y su símbolo
: el muro de Berlín. Una bipolaridad que casi consumió al siglo. Tal
disolución ha transformado al capitalismo como la panacea ineluctable de los
humanos. Hasta se proclamó el fin de la historia... pobre, muy pobre
fukuyama. Sería una necedad que el fracaso, por sus propias falencias, de
uno de los dos polos - de hecho artificiales- determinara que el otro
fuera la verdad develada. Por suerte el fundamentalismo de mercado no
tiene un sustento teórico sólido, sino ajustado a sus propias demandas. Cuando
una hipótesis se limita a lo coherente de si misma, excluyendo todo lo que no
puede interpretar / resolver en términos sociales es invalida. Hasta su
punto fuerte - Darwin y la
supervivencia del más apto- ha sido puesto en duda recientemente, ya que su reinterpretación por una experta
inglesa en el autor es totalmente diferente y opuesta a la utilizada por los
liberales ( la economía del DON, de Helena Cronin).
Por suerte, los más acérrimos de éstos ya no tendrán influencia
directa en el siglo próximo. Una década que se inicio con la caída de uno
de los polos y se cierra con el presagio del fin del otro con sus forzados
paradigmas. Se considerará una década trascendente en la historia humana.
Quienes nacimos en la década del 40/50 de presente siglo,
fuimos observadores/ participantes del inicio de un proceso crítico en cual
se cuestionó el modelo de autoridad-sumisión (formal), coherente con la era
industrial. Es decir, pautas sociales generales que marcaban a la época en
toda sus actividades: producción de bienes,
servicios, vida social. Que además por los recursos tecnológicos existentes
solo hacían posible la misma (¿ A quien se le ocurriría pedir un tapizado diferente al ofrecido? o salir de juerga un martes a la noche). Tal
rigidez era compatible con la educación social de nuestros padres y sus antecesores.
No así a sus descendientes. Estimo que tal crisis emergió del acceso a
otras fuentes de información que comenzaron a tener importancia - creo que
mayor- que la transmisión de otrora,
vía seno familiar. Cuando mayor fue el crecimiento mediático, como
el concomitante desarrollo tecnológico en informática y telecomunicaciones - que
dieron sustento al mismo- los parámetros de uniformidad fueron
cayendo/cuestionándose progresivamente. Positivamente en bienes y
servicios, ajustándose a las demandas particulares y diría
peligrosamente en nuestra vida social: no hemos logrado reemplazar
adecuadamente sus parámetros - sustentados en la autoridad formal y sistemáticamente degradados- que nos lleven al predominio de una
autoridad moral ( cercana a la realidad palpable). Es decir
que quien ostente ésta este fundada en su mayor capacidad
intelectual/conocimiento/equilibrio emocional al servicio de los que se la
asignen o quiten ( el DON que debe circular). Este será el mayor
de los desafíos a resolver en el siglo 21. Deberemos ajustar y
utilizar el avance tecnológico y sus proyecciones ( de ciencia- ficción al
inicio del siglo 20), al campo social, por siempre en desarrollo más
tardío que las ciencias que no tienen al hombre como objeto de estudio
(ser parte del mismo nos subjetiviza y posterga los avances en el
conocimiento del hombre).
Esta labor futura incluye las formas operativas de lograr
tal fin. Con que hechos podemos internalizar en los humanos la
necesidad/demanda de la autoridad moral sobre la perimida formal en su
organización social. Estimo que solo en el campo político podrá lograrse
cambios que operen sobre tal realidad. Pero no con el modelo actual de
hacer política. Debemos cambiar las reglas del juego, transferir a las
sociedades la toma de decisiones que le afecten. En fin que los políticos
sean consecuencia del accionar social: sus emergentes idóneos y
representativos de las demandas existentes, o los que nos orienten ante las
futuras y seguras crisis que sucederán en el futuro. La articulación de lo
social y su adecuada manifestación política, será un punto clave para lograr
superar ese bache entre la autoridad formal y moral. Este quiebre puede
ser la madre de todas las vivencias experimentadas socialmente al presente:
vacuidad, indolencia, incontención y violencia, adicciones autodestructivas,
etc.
Evidentemente no ha de ser fácil, pero a diferencia del milenio anterior, la
crisis aludida ha iniciado un progresivo despegue del oscurantismo existente
aún hoy en día, que ha teñido y postergado el avance del conocimiento del
hombre. Tal crisis tiende a disipar su transmisión no incidiendo como lo hizo
desde la edad media hasta mitad de este siglo. No me queda la menor duda
que el siglo 21 será el amanecer de la historia humana: ingresaremos a su
joven adultez - tomando como referencia a la evolución individual de la
especie- hacia una maduración evolutiva que seguramente llegara a su
máximo expresión en el transcurso del milenio. Dependerá de nuestro esfuerzo
y el de nuestros descendientes, acompañando esa evolución.
Les deseo el mayor de los éxitos en este próximo año y siglo de
esperanza.
(Solidaria e Idónea). Francisco Alberto Scioscia
www.redsoleido.com.ar
número 9 : 30/12/99 .

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