La progresiva reducción de los puestos de trabajo en las ultimas décadas y la perspectiva de agravamiento del tal situación, presagian un futuro aciago para las organizaciones gremiales tal cual están estructuradas hoy. En nuestro país la organización gremial se diferenció del estándar de las sociedades civilizadas. Estas organizaciones en sí, son una pieza fundamental de la organización social del sistema capitalista, dado que su accionar sectorial en aras de no quedar relegado con relación al conjunto, permite mantener un equilibrio de consumo mínimo general y sectorial, avalado por el empresariado por tal garantía. En definitiva, sin excesos, el gremialismo contribuía a tener en caja a sus trabajadores, de no mediar despropositos de la contraparte patronal. Obviamente, nada de política. En el siglo XIX se determinó la partición del poder gremial/político en dos organizaciones diferenciadas. Los actuales partidos políticos y las organizaciones gremiales, con sus conocidas funciones desarrolladas/refinadas en el transcurso del siglo pasado. Lógicamente, dado el carácter abstracto de la política, están fueron asignadas a los de mayor nivel intelectual que casualmente eran miembros de los estratos sociales superiores. Los inferiores, ocuparon los cargos gremiales coherente con sus intereses inmediatos. No soy un experto en este proceso, pero su diseño fue "brillante (mente" mal parido...): no solo desarticularon un potencial y exponencial poder político/gremial, sino que se asignaron el poder poder político delegando en los gremios una función que favorecía a sus intereses ( control/equilibrio del consumo y excesos).

La versión gremial nativa comenzó a diferenciarse del modelo estándar al conformar la columna vertebral del Movimiento Nacional Justicialista, tras la irrupción del Peronismo a mediados del siglo XX. Un protagonismo que trasvasaba su acción gremial, incursionando en la política y relegando sus funciones específicamente gremiales, al ser sosegadas sus demandas por el aparato gubernamental  a su servicio. El cruento derrocamiento peronista y su proscripción política como el encarcelamiento de sus dirigentes, determinaron que la fuerte estructura sindical desarrollada en el auge justicialista se transformará en su resistencia. Ningún ejecutivo ulterior - civil o militar- pudo soslayar el poder sindical peronista agrupado en la Confederación General del Trabajo (CGT), único representante de los trabajadores. Aunque a los argentinos nos parezca coherente y natural que el Secretario General de la CGT se siente a negociar con el Presidente de la Republica, públicamente o no, dado su carácter de representante de la mayoría del pueblo, este era un hecho inusual en el mundo, incluyendo a la URSS.  Perón en su retorno al país en la década del 70 aludía que esto era una muestra de la revolución justicialista. Hasta el inicio de la década del 80 el poder sindical peronista estaba intacto, dada su capacidad integrativa - abarcaba más del 90% de los trabajadores-y ser avalado los mismos no solo por su acción gremial sino social de sus respectivos sindicatos (salud, recreación, cultura, instrucción, etc.). Estos soslayaban los deslices en que incurrían los dirigentes más representativos, léase tuteo con el poder de turno y su farandulización, implicando cierta prodigalidad en el uso que hacían aquellos de sus compulsivos y habituales aportes (sustento del desarrollo social gremial).

Durante el transcurso de esta década el deterioro fue progresivo por múltiples causas, entre las principales la derrota política del justicialismo en manos de quien la sociedad considero más ajustada a sus demandas ( mejor representadas por el radical ALFONSIN). Tal derrota no solo fue por la impericia de sus dirigentes políticos sino porque ya había un recambio generacional ( los hijos ilustrados de los peronistas) que no juzgaban por la historia de aquellos sino por su proceder bastante alejados en tal coyuntura a sus apetencias, vinculadas a la creciente estructura de servicios menos sindicalizadas. Los pergaminos de lucha y proscripción se fueron oxidando y esto afectó inevitablemente a los sindicalistas. Una sociedad cada vez más mediatizada, que amplificaban los desaciertos sindicales - otrora soslayados- con una dirigencia que no supo adecuarse a las nuevas demandas sociales. En fin en apenas unos años pasaron a ser sindicalistas estándar y mal vistos socialmente. Sumémosle el persistente deterioro del bloque socialista y la mayor incidencia de occidente capitalista. Traducido ello en la movilidad y trasnacionalización del capital que responde a la rentabilidad per se, independiente de banderas y localismos como las nuevas tecnologías en automatización y telecomunicaciones reductoras sostenidas de puestos de trabajo y sustento de tal movilidad. Factores estos amplificados al ingresar a la década del 90 con la caída del Muro de BERLÍN. Tal globalización económica también llegó a nuestras pampas de la mano de Menem, generando uno de los mayores niveles de desocupación mundial y una distribución desigual de la riqueza (más pobres y más ricos), cortando drásticamente la espiral inflacionaria que impedía el crecimiento del país por casi veinte años ( solo comparable con países del tercer mundo en estado beligerante).

Crecimos globalmente como país en esta década pero beneficiándose un grupo limitado, reduciéndose la participación de los trabajadores en menos del 25% ( otrora peronista se llegó casi al 50%). El pánico a perder estos sus empleos restringió al máximo su accionar gremial, socavando el espíritu solidario imprescindible para el mismo. Francamente, las posibilidades de revertir tal situación son casi nulas. Ni estos dirigentes tienen la suficiente autocrítica para ajustarse a las nuevas demandas ( demasiados jugados)  ni las atemorizadas bases exigirán un recambio directivo sin vislumbrar un fin que le pueda ser útil  a sus intereses, limitados a la decisión empresarial con escasa incidencia gremial. Con las reglas de juego actuales en el campo patronal y gremial, el sindicalismo perderá cada vez más protagonismo sustentado en la percepción social de que no puede asumir una representación productiva de sus adherentes.

Evidentemente deben reestructurar sus formas inteligentemente, adaptándose a las nuevas demandas sociales aún no estructuradas adecuadamente como a los recursos tecnológicos. Así habrá un mañana cierto para el gremialismo, al cual aludiré en el próximo número.

        (Solidaria e Idónea). Francisco Alberto Scioscia  
www.redsoleido.com.ar número 13 del 18/02/2000        letter.gif (161 bytes)