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Una interesante reflexión de los "anti
psiquiatras" R. Lang y D. Cooper por los 70, aludían a que los
parámetros de madurez de un ser humano debían medirse por su capacidad de
postergación y el reconocimiento apropiado - con sus defectos y virtudes-
de su propia historia. Postulaciones a las cuales adherí desde entonces, traspolable
a una sociedad: humanos en interacción. En fin, capitalizar nuestras
experiencias para vislumbrar un futuro mejor. Alguno dirá que postergaciones
tenemos de sobra, pero producto de nuestra propia incapacidad. La que
alude aquellos es una opción, no una imposición; es decir no tenemos ninguna capacitación para ello, vivimos imperativamente.
Así que fiel a esta cosmovisión trataré de hacer una sucinta síntesis de lo nuclear
de las formulaciones e implementaciones como las
causales de sus respectivos fracasos en las últimas décadas. Tal síntesis nos
permitirá vislumbrar - con menor margen de error- los futuros planes
reformistas.
El
esquema operativo reformista ha sido siempre el mismo en todas ellas, casi a
una por mandato del PEN. Una Secretaria, generalmente vinculada
directamente a Presidencia, asume la conducción del proyecto reformista.
Sus técnicos, profesionales con experiencia en algún tipo en reformas públicas
o privadas, tienen la misión de llevar a cabo una síntesis de posibilidades elaboradas
en un decreto. En éste, se traducen las demandas del PEN - que
teóricamente sintetizan las de la sociedad que representa- y el propio
perfil profesional e intereses del grupo/sector de pertenencia, corporativos y
políticos en pugna, coexistentes en tal Secretaria. Tal norma legal
sintetiza una transición entre las diversas tendencias involucradas: formulan
un diagnóstico, una hipótesis rectificatoria del desmadre precedente y una
posible implementación de la misma, limitándose - por su propia constitución-
a la supervisión del proceso. Todos los proyectos concuerdan en: el
esquema precedente descripto, obviamente en sus objetivos declamados de
modernización del Estado y en sus fracasos. Analicemos
históricamente las distintas formulaciones e implementaciones.
Viola dio cuenta de
este fracaso iniciando otra con mayor ímpetu político - estaban en una
meseta del poder militar- de la cual caerían hacia el 83. Esta
reforma consistía en lo siguiente: modificar no solo técnica y operativamente
la gestión pública, sino incluir las normas legales que impedían un desarrollo
productivo del estado. Ello "fácilmente" modificable ante la
suspensión de las actividades parlamentarias republicanas. Cada ministerio o
repartición autónoma debía efectuar un diagnóstico de sus limitaciones,
elaborado por los mismos funcionarios participantes del desmadre existente,
inexpertos en cualquier tipo de tareas atinentes a reestructuraciones. Así
integraron en un riguroso cronograma exigido y jamás cumplido, los
pasos en
que debían instrumentarse las normas
técnico-administrativas y legales que cambiarían al Estado,
generado por cada ministerio. En fin: convalidaba aún más el modelo
pre-existente de la organización pública, infringiendo una norma científica
básica en la materia: "La sumatoria de las
partes no es igual al todo". Así cada ministerio ofrecía
sus soluciones que se adicionaban a las de otros, con una deficiente supervisión
de
Los
radicales no tuvieron mejor suerte, intentaron con ímpetu la reforma pero
fueron superados por los vaivenes de las turbulencias socio-económicas
que soporto su gestión. Dejaron su marca en el Cuerpo de Altos
Administradores Gubernamentales, una carrera de nivel con buenos egresos,
generalmente para profesionales universitarios, prácticamente un master
en función pública. Iluso de mí, que creía que estos nuevos administradores,
mejor capacitados para una tarea reformista, serían los reemplazantes
naturales de los directores generales. Podría ser paulatino o progresivo su
recambio, pero al fin aquellos tendrían un nivel aceptable y alejados del nepotismo
nativo. En realidad, las turbulencias sociales de tal época disiparon todo
apoyo político - necesario para menesteres más urgentes- concluyendo en
que sus funciones serían de asesores gubernamentales en temas puntuales.
Traducido: sin el más mínimo poder para cambiar algo, aunque tenían para
ofrecer. Formulación e implementación
demasiado condicionada por la coyuntura, que destruyó sus posibles intenciones,
jamás "blanqueadas" pero si “pretendidas” por sus
auspiciantes.
La de Menem tuvo objetivos explícitos,
fundados en conocimiento del ámbito público, un buen diagnóstico y el esbozo de
una implementación consecuente y acertada. La firme voluntad del PEN en
atacar el elefante público se ponía en manifiesto en los funcionarios
destacados, como otros cambios profundos anunciados, blandiéndose las
inminentes privatizaciones como ejemplo. Nombramiento por concurso público/abierto,
con revalidación periódica, en 1500 cargos críticos - similares a las
direcciones vigentes- con un haber equiparado al ámbito privado,
exigiéndoseles a los candidatos a cubrir tales puntos críticos, experiencias
comprobables en reestructuraciones de organizaciones privadas relevantes, con
títulos universitarios y de postgrado afines, nivel internacional... impensable
otrora. Una formulación y una proyección correcta de implementación,
perfectible, que obviamente demandaría razonablemente su tiempo. Y aún más, lo
avalaba públicamente el superministro Cavallo, ratificando la
voluntad política. Igualmente destacabasé un re-encasillamiento funcional,
que en general fue aplicado satisfactoriamente (léase: chóferes con
categorías de director y similares), ya que tenía el aval “natural"
de los funcionarios de carrera, léase "bronca".
El tiempo transcurrió y nada
era igual. El sueldo no fue equiparado a los mejores niveles
privados, igualmente altos para el medio público, determinando que tal oferta no
fuere atractiva para los que ejercían cargos de la naturaleza solicitada en el
ámbito privado, como asimismo entrar en la caja de Pandora, determinaron
su deserción de acceder a tales cargos públicos. Asimismo, las exigencias originales,
aunadas a algunas chicanas reglamentarias no visibles en
el escalafón-estatuto del SINAPA (Sistema Nacional de
Punto 4 del ensayo: Cuadro de situación
consecuente.