8.    CONSIDERACIONES FINALES

      

        8.1 Hacia una mayor conciencia social

 

En los hombres civilizados al inicio del siglo 21 existe una sed de justicia, fundada en la verdad y la razón, arraigados en su conciencia individual y colectiva. Contraria y lógicamente un rechazo visceral a la injusticia. Aludíamos que la conciencia social es activa en cuanto a su conformación, dado que interactúa constantemente con los sucesos cotidianos mediáticos o no. Quienes poseen cargos de mayor responsabilidad parece que descreen - o mejor, niegan- el mecanismo subliminal. Este resulta tan efectivo a la conciencia como cualquier suceso perceptible, tanto en la individual como en la colectiva. Suponen que por no haber reacción de los ciudadanos ante tantas barbaridades acontecidas en nuestra cotidianidad, o contrariamente sucesos que reinvindican sus aspiraciones, estas no le afectan. Los hombres poseemos la misma estructura lógico-emocional que forja su conciencia colectiva. Esta se carga de sentimientos y la información pertinente al suceso. La información ulteriormente se pierde, prevaleciendo el sentimiento positivo o negativo. Decíamos que es pasiva, en cuanto a su manifestación, que requiere un disparador externo. El escaso desarrollo emocional de los humanos, muchísimas veces invalida nuestro operar inhibiéndose esta conciencia colectiva en situaciones en las cuales no nos vemos comprometidos. Es decir, cuando no entran en juego nuestros intereses personales. Pero cuando el suceso disparador nos afecta, ingresando trascendentemente en el campo del interés general, dejamos de lado nuestra subjetividad, dando preeminencia a nuestras demandas colectivas/sociales, aún con riesgo de nuestras vidas. En tal proceder inciden los sentimientos acumulados, que actúan como motor de nuestras actitudes. Creo que algo hemos evolucionado en cuanto a nuestras emociones, ya que resulta sorprendente el control grupal en manifestaciones multitudinarias que incluyen a sujetos de distintas concepciones personales, disparados por un objetivo que los convoca al unísono. En nuestras pampas hacia fines del 2001, resultaba sorprendentes las manifestaciones publicas conjuntas de piqueteros (gente humilde desocupada) y los que blandían sus cacerolas (pudientes y hartos), apoyándose mutuamente frente al desatino político del gobierno. Aunque haya aludido a que la formación de la conciencia social es similar a la del concepto, por ser ambas construcciones temporales, no es lo mismo en cuanto a nuestra conformación personal, la cual esta signada por la peculiaridad de interacción acontecida y dones que hemos recibido y/o desarrollado en el transcurso de nuestra vida. Reitero que es poco lo que sabemos de como se conforma nuestra personalidad, si estamos condicionados genéticamente o nuestras vivencias sellan nuestra estructura, o ambas se conjugan para nuestro bien o mal. Ya aludimos que es demasiado el desconocimiento de la estructuración humana, que es necesario develar en un futuro inmediato, para contar con herramientas productivas para la especie.

 

Aún tal oscuridad científica, trataré de esbozar algunas consideraciones. Hay un evidente mejor dominio emocional colectivo que otrora - la nobleza francesa o rusa dan fe- al cual aludí anteriormente en las manifestaciones sociales multilaterales que responden al consenso mayoritario. Tal dominio se construye a partir de una conciencia social más refinada, generada tanto por las atrocidades como las experiencias positivas registradas históricamente. Una respuesta civilizada potencia sus demandas, dado que inhibe la descalificación oficial o mediática, afín o no al gobierno de turno, como vandalismo generalmente asociado a grupos extremos cualesquiera sea su naturaleza. La globalización de la información es un factor trascendente en este proceso de morigeración de nuestro accionar emocional, resultando los medios, aun sus evidentes distorsiones, como catalizadores de tales vivencias. Este proceso se acentuará vertiginosamente en este siglo 21, como nunca antes había sucedido. Algunos activaran nuestras concepciones de justicia o de injusticia. Conmocionaran nuestras pasividades, obligándonos a reconsiderar nuestras posturas personales, superadas por la realidad omnipresente. Me sorprendía leer un articulo periodístico, relatado por un occidental europeo, que aludía a un lamentable suicidio de una mujer afgana, ante la prohibición paternal de casarse con quien ella amaba. Aquel manifestó ante la familia del novio, al hacer éste el pedido de la mano de su hija, su rechazo por dos razones sumamente coherentes con su conformación como musulmán y afgano: que era contrario a su posición en la interna religiosa, pues no eran chiítas y que la mano de su hija le había sido dada anteriormente a otra familia. Tal suceso, lamentablemente demasiado habitual en los países con tradiciones religiosas rigurosas, no es lo que pretendo recalcar, sino la ulterior reacción del padre que había establecido previamente una buena relación con su hija. Desconsolado por considerarse culpable del trágico deceso de su querida descendiente, pregonaba sin temor a cualquier circunstancia, que de retrotraerse al día que pidieron su mano “equívocamente”, hubiese rectificado su posición accediéndola a quien ella amaba. Es decir, que el dolor ante la barbaridad acontecida postergaba todas sus creencias sociales, asimiladas de buena fe, hasta ese cruel presente. Generalmente tal accionar no es común. Puede pensar lo erróneo de sus costumbres, cargar con la culpa, pero no manifestarlo públicamente dada la coacción social respectiva. Creo sin equivocarme que en tal caso la emoción actuó como disparador de tal respuesta, no invalidando su opinión ante lo falaz de una concepción retrograda que hasta ese entonces regía su vida, o lo seguirá en el futuro, según duelo y realidades sociales ulteriores. Debemos destacar que los cambios individuales son efectivos cuando nos conmocionan, reestructurando nuestros marcos referenciales en forma drástica, afectando y reflejado en nuestra actividad cerebral (sustento de las terapéuticas que usan la palabra). Equivale a una lesión física, dado que los sucesos que afectan psicológicamente tienen igual poder o mayor en determinados casos, que el estimulo físico directo.  

 

Pensemos las actuales vivencias del pueblo americano, ante el dilema que se le presenta: Patriotismo o derechos humanos. Estos, tanto de sus compatriotas muertos en una lucha sin sustento real, o los iraquíes torturados. Obviamente esto agravado por las reticencias gubernamentales a publicar tales hechos y más aún por la confirmación del Secretario de Estado Colin Powel de la inexistencia de las armas nucleares o conexiones con sus verdugos de Al Qaeda, que dieron origen a esa guerra, fundada  evidentemente en negocios petroleros y de “restauración” física inmobiliaria. En fin, una lucha entre una construcción emocional temporal – el patriotismo – contra una realidad que lo supera: La mentira fusionada con los derechos humanos, un par de por sí incompatible, que incluye a sus habitantes expuestos en tal inconsistente guerra. El patriotismo no esta muy alejado del fundamentalismo, arraigado en los ciudadanos de países que lo fomentan, que le permiten a sus dirigentes “justificar” su accionar en el exterior a costa de un consenso patriótico infundado. En fin, un despropósito. Si crecemos emocionalmente, daremos una mayor intervención de nuestra conciencia social sobre nuestros intereses y creencias particulares, frecuentemente en colisión con los generales. Es como desnudar a quienes nos representan deficientemente y a nosotros mismos por tolerarlos. No es problema exclusivo de los norteamericanos, demasiado habitual que nos mientan o nos restrinjan información en cualquier rincón del planeta. Aludía anteriormente: somos artífices de nuestro propio destino. Un proceso lento, difícil y diacrónico, que observa en avances y retrocesos (Bush, Putin y Berlusconi, nos dan fe). Evidentemente, estamos en transito de la autoridad formal impuesta a la moral, sustentada ésta en juicios apropiados y certeros. A fusionarlas coherentemente, para que nuestros anhelos de justicia insertos en nuestra conciencia social se hagan realidad. No me cabe la menor duda que las únicas armas que poseemos los no poderosos para alcanzar tales anhelos están en la LIBERTAD, IGUALDAD, SOLIDARIDAD e IDONEIDAD conjugadas, según lo expuesto. Es decir la tétrada cultural que debemos incorporar, asimilándolas, como seguridad de la especie humana.

 

En fin, aun sus retrocesos y avances el progreso se desarrolla paulatinamente. Siendo así, podríamos sentarnos a esperar un futuro más benigno para los humanos. Nada más alejado: el futuro se construye desde el presente. No nos queda otra que hacernos cargo de nuestras debilidades y generar conductas positivas que nos orienten a superar nuestras carencias, ¡Bah! CRECER, con el dolor intrínseco que implica. Las investigaciones científicas en materia emocional, aún escasas, nos indican el beneficio del accionar solidario en nuestras conductas sobre el accionar egocéntrico. Pensemos que generalmente nuestros lideres-conductores están cortados con esa tijera  - cosmovisión individual-  y difícilmente “vean” lo que no pueden “ver”. Los intelectuales que incursionamos en lo socio-político debemos actuar como exploradores del tiempo, hacer prospección, vislumbrando un “camino-solución” posible.  No quepa la menor duda que este es un mundo inmaduro, en el cual las soluciones están acordes a las herramientas que disponemos. Así generamos paradigmas en lo económico coherentes con nuestro desarrollo emocional como alejado de lo conveniente para la especie. Nadie puede dudar del beneficio que ha generado el capitalismo, con solo pensar en la planetarización alcanzada con un mercado casi unificado, que trasciende fronteras gracias a las telecomunicaciones e infraestructura desarrolladas a lo largo y ancho del planeta, emergentes de sus demandas, concomitantemente con un formidable desarrollo científico y tecnológico que hizo posible tal desarrollo, retroalimentándose mutuamente ( capitalismo y ciencia). Ello sin correlación en el conocimiento del hombre en sí mismo y su inserción social. Debemos suponer que este fue el camino a recorrer, lleno de sinsabores para muchos hombres, pero que será la base para un futuro promisorio. Seguramente nos toque la construcción de tal base y no lo disfrutemos propiamente, siendo nuestro legado. Como así nuestros ascendientes forjaron con su esfuerzo esta mayor, pero aún insuficiente libertad que disponemos. En definitiva, este es el motor de la historia humana: aportar los cimientos para su propio devenir, superándonos como especie en el tiempo.  Tenemos las herramientas para ello y el germen de un mundo solidario que sabe que el individualismo no es, ni será solución alguna como lo ha demostrado hasta el presente: solo para el beneficio de unos pocos que han expoliado a sus pares, por supuestos considerándolos inferiores para justificar/consumar tal despojo. Pero aún así, no pueden comprar para sí y los suyos, una vida afectiva digna, ni inteligencia, equilibrio emocional, salud eterna... Reitero lo expuesto en las consideraciones preliminares del presente trabajo: Ni quepa la menor duda que cuando se alude que “ el dinero no es la felicidad pero se le parece”, no estamos alejados de una verdad que solo nos recalca que no hallamos aún otras formas para alcanzar tal felicidad”.

 

 

Ver punto siguiente: 8.2 Una cosmovisión política