8.2 Una cosmovisión política
Los cambios sociales
deben emerger desde su seno para que sean eficaces, pero solo se podrán
efectivizar en el plano político, nos guste o no. Por siempre volvemos a uno de
los dilemas humano más controvertidos, expresado certeramente en cual es
primero, si el huevo o la gallina. Creo
que tal opción, en este caso si un desarrollo social elevado es necesario para
plasmarlo en un nivel político superior al existente. O que primero se requiere
una dirigencia política superior que logre tal desarrollo. Convengamos que más
que dilucidar tal dilema teóricamente hay que interrelacionarlas
simultáneamente, logrando un grado de efectividad que nos acerque con mayor
celeridad a nuestros anhelos de JUSTICIA SOCIAL. Incursionemos en el tema: ciertamente se define a los políticos como
aquellos que piensan en la próxima elección y a estadistas a
quienes vislumbran las siguientes generaciones. Si efectuáramos una encuesta
masiva en las sociedades democráticas, en cuanto a sí debemos ser conducidos
por políticos o estadistas, más del 90% resultaría afirmativa por lo
obvio, resultando el resto por los políticos, sus allegados/beneficiados, y
otras yerbas, variadas e inclasificables...
Debemos destacar que
tales estadistas, hiper exiguos en la historia humana, deben
encuadrarse como los aludidos en el nivel superior del grupo de comprensores
en la clasificación de Idoneidad o su equivalente de inteligencia
adaptativa expuestos en el punto 4.4.1 del presente ensayo. Es decir, una
capacidad para pensar en términos abstractos, globales y sistémicos, con un
satisfactorio dominio emocional y sensibilidad social (léase: lectura
adecuada de la conciencia social que lo incluye).
¿Que impide que se
cumpla tal anhelo social? Obviamente
resulta de la conjugación de varios factores que lo hacen posible, pero no
imposible de lograr: Aunque el número de sujetos de tales
características es ínfimo, francamente desconocemos el porcentual, pero
seguramente conllevara varios miles por cada uno de ellos, existen hoy y
siempre. Quien se precie de tal - es
inherente a ese nivel saber cuál es su diferencia intelectual con otros
congéneres- no puede
embarcarse en un proceso político personalista, ya que es incompatible el
accionar individual con un proyecto político positivo socialmente, en los
términos de las matriz propugnada. Tenga ya por seguro que si acepta a
participar no posee los requisitos para estadista. O es muy
optimista (léase incauto) o tiene un
alto grado de egocentrismo, típico de nuestra cultura individualista,
que incidirá negativamente en su gestión al afectar su dominio emocional.
Tal
limitación social está estrictamente correlacionada con la falta de
organizaciones de cualquier nivel que se estructuren idóneamente, definiendo a
aquella en los términos expuestos: una conducción interdisciplinaria y en
equipo, como factor gravitante. Nada más alejado que las de nivel político, que
hacen culto del individualismo, a veces en flagrante contradicción con el
origen de sus bases de tinte colectivo (los
comunistas dan fe…).
Examinemos
las reglas del juego político existente:
cada partido recluta - entre sus afiliados o extrapartidarios invitados-
a los potenciales postulantes a los cargos electivos vacantes, por el voto de
sus afiliados. Tal acto eleccionario no es obligatorio, presentándose un tercio
- promedio- del padrón partidario, debiendo cumplir con todo el
requisito legal vigente y convalidado por la justicia electoral. No hace mucho
en mi país se han implementado primarias obligatorias, que reducen la cantidad
de postulantes tanto intrapartidarios como partidarios, sino llegan al tope
mínimo establecido. En fin, un filtro mayor. Estas normas han sido sancionadas
por los legisladores, en cuanto le indican las normas constitucionales. Más
aún, ninguna de ellas impide a un ciudadano de bien acceder a cargos políticos.
Este proceso selectivo es legalmente inobjetable como improductivo, ya que genera
una dirigencia que no satisface las demandas sociales en la materia. O podría
colegirse que estos políticos son lo que
tenemos y merecemos. Es decir, una muestra significativa y
representativa de nuestra sociedad:
Tratemos
de ver paso a paso, este proceso selectivo:
En todos los casos, la
decisión corre por cuenta propia (aun
inducido por otros), producto de una autovaloración
para el cargo que se postula, considerándose apto para el mismo. Obviamente
serán los otros afiliados quienes decidirán quién ganará. Podrán ser los
mejores entre los postulantes, pero no garantiza su aptitud para el cargo en
juego. Generalmente no hay
vacantes cuando no se halla el candidato apropiado al mismo. Un político ha
tenido que recorrer un largo camino hacia el cargo electivo alcanzado. Tuvo que
autoconsiderarse idóneo para aquel, convalidado por sus pares afiliados en el
proceso selectivo partidario. Una vez electo y en ejercicio del cargo,
demostrar a sus partidarios, sus mandantes soberanos, a los que no lo votaron,
de su probidad para el desempeño del mismo. Cuán difícil, sino imposible,
reconocer sus falencias en el transcurso de su mandato, o antes. Primero su
autoestima, luego sus íntimos, correligionarios, adherentes, críticos...
Evidentemente existen funestos mecanismos, propios de los humanos, factibles de
soslayar tanta desgracia: racionalización,
negación, disociación, proyección... y otros complementarios: soberbia, sobreestimación,
desentendimiento, fijación y algún otro más que Ud. pueda aportar. Evidentemente, desde la misma cuna selectiva
emerge la subjetividad: autovaloración,
autoproposición, con la consiguiente
probabilidad de sobreestimación de sus cualidades individuales - léase narcisismo- o de impulsos
exhibicionistas, una cámara aquí, por
favor, o poseer una información distorsionada del futuro rol político a
desempeñar. Ello, avalado por partidarios de similar visión y estimulado por
quienes pueden verse favorecidos por beneficios colaterales de la política, más
allá de evaluar las reales capacidades del candidato (léase familiares y
allegados).
Este
análisis del proceso selectivo de nuestra dirigencia, determina tanto su
carácter legal-inobjetable, como falaz,
en cuanto a que tal proceso recluta lo mejor de nuestra sociedad. Tal proceso no garantiza ni cualitativamente ni
cuantitativamente una técnica de representación fiable. Esto no es lo que nos representa sino aquello que nos ofrecen los
partidos políticos actuales, no lo que nos merecemos.
Cualquier
avezado político, ante estas aseveraciones, dirá que son burdas reducciones de un
proceso partidario que implica un exhaustivo trabajo, concienzudas
evaluaciones, análisis, etc... Pero la realidad nos dará un claro veredicto: el
descrédito general de los políticos emergentes de sus internas partidarias (indefendible).
No he referenciado anécdotas
de los políticos notorios, que ratificarían mis aseveraciones. Ellos no crearon
las reglas del juego, devienen. A lo
sumo se les puede endilgar que las mantienen. Sus propias limitaciones los
eximen de culpabilidad. Igualmente, un cambio radical en las reglas de
representación, gestionadas por ellos mismos, no le garantizará su continuidad.
Observemos la realidad cotidiana: solo ante la presión de pruebas irrefutables
- a criterio de la ciudadanía en general- sacrifican a algún camarada en
desgracia ¿Quién les asegura que el día de mañana no sea uno de ellos el
incriminado?
El
deber de cambiar las reglas del
juego político, que generan la clase de dirigentes políticos que cuestionamos, es de la sociedad misma. Aunque ésta ya
no los tolera, se halla impotente de hallar soluciones adecuadas por carecer de
interlocutores válidos. No se puede recurrir a aquellos políticos, que con
mejor imagen pública, tratan de revertir tal descrédito. Un técnico-político
experimentado aludió sobre uno de aquellos: "Una monja no puede trabajar
en un prostíbulo”. Desde joven comprendí que no se puede pelear con los malos en sus propios dominios,
hay que obligarlos al cambio de sus armas, sino se pierde.
Este es nuestro gran desafío actual:
generar condiciones sociales propicias para que emerja una dirigencia que nos
merezcamos y nos represente cabalmente. Que cumpla con un mandato social simple
e imperativo: Idoneidad y transparencia en el ejercicio del poder delegado.
Evidentemente necesitamos dar
un salto cualitativo para poder desprendernos del individualismo imperante, el
cual debe emerger del seno social, plasmándose en lo político. Los indicios de
tal proceso de transición existen y se registran cotidianamente. Adhiero a la
postulación de H. Cronin expuesta en el punto
3 ( La
Solidaridad: un negocio de
excelencia)
sobre que Internet es el medio para su desarrollo. El estar en manos
sociales es un factor trascendente, aunque sea viable de ser espiada - Echelon
mediante u otro cualquiera- no pueden distorsionar la información,
por simple chequeo del o los autores, aunque lo puedan intentar. La creación de
redes socio-tecnológicas como las propugnadas en el punto 5.2
permitirá generar nuevas alternativas de cogestión ciudadanas – locales y/o
planetarias- que servirán para el objetivo perseguido. Así será factible la
creación de las Cooperativas Organizadas Idóneamente
(COI) que proporcionaran un desarrollo personal y social cualitativo. En
lo individual permitiendo a los miembros de la organización alcanzar una autoestima
satisfactoria basada en lograr un nivel de idoneidad acorde a sus
potencialidades personales. Ello, fruto de la integración de estudios y trabajo
que redundará en su capacidad de dar afectivamente a sus seres más queridos y
estos recíprocamente. Sumémosle la seguridad de contención familiar además de
la suya, como actuar en un ámbito de coparticipación, lograran un cambio
positivo significativo en el tramado social, según vimos en el punto 7.2.
Asimismo los grupos sociales afines que inevitablemente desembocarán en
una fase política para operar los cambios que demanden, en coordinación con
otros de distinto fin, pero con igual sed de Justicia Social. La solidaridad
e idoneidad fusionadas hacia el objetivo de la conciencia colectiva
social. Un arduo proceso, del cual emergerán los verdaderos
políticos-estadistas, convalidados en la praxis social respectiva y
consustanciado con las demandas sociales. Reitero que el accionar conjunto de
sujetos con un nivel intelectual superior, dominio emocional y sensibilidad
social, insertos en una organización estructurada idóneamente,
participativa y consensual (punto 6.2) potencia sus alcances a niveles
impensados al presente. Esto por una sinergia no obstruida por factores
individuales que la restringen y/o disipan. Este proceso está condenado al
éxito y arrastrará hasta los poderosos, dado que los involucra y son parte de
las generales de ley humana: su evolución hacia formas de vida de nivel
superior que incluyan bienes “razonables” con un desarrollo emocional más
elevado. Las condiciones están dadas. El “camino-solución” es factible: “caminantes
no hay caminos, se hace camino al andar”.
Por
último cuesta creer al presente todos los factores a favor con que cuenta el poder
ciudadano, sin su concomitante percepción y uso: inmensa mayoría numérica,
votos, libertad para organizarse, el conocimiento para
cualquier emprendimiento, cuadros de cualquier nivel en todas las actividades
humanas trascendentes ( salud, educación, justicia, fuerzas de
seguridad/armadas, ciencia y técnica, medios de comunicación masivos, etc.,
etc., etc.), acceso al crédito: sus fondos de jubilaciones
redireccionados a su propio beneficio, fondos cooperativos y si es negocio
lo que se pretende realizar, el mismo sistema financiero actual, cuyo objetivo
es ganar money, prevaleciendo sobre a quién le presta: pragmáticos. Ser consumidores
por excelencia, que mantienen toda esta parafernalia de negocios que esto
genera (su seguro de vida). Ahorristas en los sistemas
bancarios... Y la frutilla del postre: la posibilidad de intercomunicarse
libremente gracias a Internet, en manos sociales (¿
a esto debe aludir Cronin como exótico?), con
posibilidades de transmitir sonido, imagen y texto, sin restricciones.
Contrariamente, los poderosos dependen
de todos estos factores, solo pueden contraponer bienes y capital.
Fuerza, aunque quisieran no pueden contra quienes le dan de ganar dinero
que sustente su poder. Solo les queda la poderosa corrupción, cuya efectividad
reside en que sopesa el aquí y ahora sobre nuestros intereses de mediano y
largo plazo. Lamentablemente, para ellos, no tienen ni bienes ni dinero
suficiente para corromper a todos los ciudadanos. Si lo hicieran se cumpliría
el sueño comunista, y seguramente no alcanzaría para elevar
satisfactoriamente el confort humano planetario. Por siempre cuando escucho una
diatriba vehemente sobre los políticos que roban, teniendo un mínimo de
información sobre el sujeto que se manifiesta, le pregunto simplemente y en un
tono sin recriminaciones, si él al estar en lugar del político haría lo
mismo, teniendo un 99 por ciento de seguridad que su respuesta será afirmativa.
Y son mayoría los que están en esta posición. Tanto por envidia como el priva
“si yo no puedo, vos tampoco” como un reaseguro social, nos guste o no. Esto
enlazado a las limitaciones del capital, que alcanza a un número delimitado de
sujetos para corromper, amplifica las posibilidades de cambio. Los hombres no somos buenos ni malos, debemos aprender
a discriminar entre el aquí y ahora beneficioso y sopesar con los beneficios de
mediano y largo plazo, incluyendo por supuesto a nuestros descendientes y
ascendientes. Tales opciones no son contrapuestas, sino que nuestro
nivel de postergación es coherente con el nivel de maduración
existente. Con educación, difundiendo desde nuestros primeros pasos en
la vida, un mensaje simple y efectivo, que nadie puede dejar de
entender: “no hagas a otro aquello que
no te gusta que te hagan a ti”.
Ciertamente, para acceder a un mundo
mejor se necesitaría modificar la organización política actual, eso trataremos
en el título II
de este ensayo. Quisiera destacar que tratar el tema de una nueva lectura de la
República Democrática, emerge de un
fallido intento de diseñar un sistema automático para el proceso electoral.
Desde hace unos años se insiste con la creación de la boleta única para el
proceso eleccionario, como una solución para evitar distorsiones en el mismo (falta de boletas, partidos intervinientes
el acto comicial y sin visualización, etc.). Modalidad puesta con éxito en
varias provincias importantes, como ser Córdoba y Santa Fe. Cuando se diseña un
sistema implica revisar todos los procesos involucrados, factores como ser:
quien está a cargo del proceso general, como se transfieren los votos, el tipo
de lista ( individual o sabana), la
cantidad de partidos intervinientes, si son primarias, etc. etc..
Francamente tal revisión resultó funesta para mis creencias, contrarias a casi
todas las formas involucradas, aludidas anteriormente. Además debe ser un
sistema dual, manual y automático, pues no podemos dejar en manos del software
la elección de los cargos en disputa (puede
ser fraguado fácilmente). Se requiere una constatación manual, voto a voto,
aunque no sea en el mismo cierre electoral, sino en el cómputo definitivo.
Sorprenden quienes resaltan lo rápido y eficaz del voto electrónico, cuando
prioritariamente está en juego el destino de la región involucrada. Aunque
demorara una semana el conteo manual, sería bienvenido. Más aún si convalida el
proceso electrónico. El resultado es lo importante no la velocidad, debe tomarse el sistema automático como
provisorio… En fin, tantas objeciones
personales determinaron que quedara abortado el proyecto. Pero no por ello, observando nuestra penosa
situación del presente, dejar de pensar una cosmovisión diferente a la actual.
Lamentablemente,
los argentinos estamos padeciendo al presente un sistema republicano, que
además de deficiente per se, está siendo distorsionado en todos sus
componentes. Ninguno de los poderes cumple con los preceptos republicanos, el PEN incumple las sentencias de la Corte, remite leyes, sancionadas en
forma exprés por la mayoría del partido de gubernamental (irónicamente se llama al Congreso de la Nación como “la escribanía del
Gobierno”), sin debates interparlamentarios y con interpretaciones que
perturban el accionar del poder judicial. Hasta el extra-poder resulta parcial a todas luces - el Ministerio Público-
generando una división entre los antiguos jueces/fiscales, tildados de “corpo”
y los adictos expresos al gobierno, más allá de quien tenga “verdad”. Sintéticamente,
podríamos ilustrar con lo siguiente: el Presidente
de la Suprema Corte, expresa que
el “poder judicial constitucionalmente debe limitar los excesos de los otros
poderes”. Días después el Poder
Ejecutivo Nacional, rebatiendo tal observación: “mi único límite es el
pueblo”.
Obviamente
siendo un lego a nivel jurídico, tengo una concepción sistémica razonable, que
permite una visión global de la República
Democrática Representativa y Federal, que puede contener errores jurídicos
pero difícilmente sistémicos. O muy osados para el presente. En fin, que pueda
al menos servir de base para otros trabajos, por supuesto interdisciplinarios.
Fin
Título I.
M Título ll : República
Democrática, una lectura acorde al siglo 21 (
Títulos I y II conforman el ensayo “Un camino-solución hacia un mundo mejor” ).
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