La realidad fue indicando otro camino, distinto a
lo que vislumbraba coherente con los objetivos del SINAPA y sus bríos
renovadores. Contrariando a éste, por excepción normativa, se permitió soslayar
los requisitos exigidos, pudiendo acceder a los niveles direccionales
superiores a personal sin título universitario, ni experiencia en el ámbito
privado en reestructuraciones, ni nivel internacional. Posteriormente, se
realizarían los concursos abiertos para aquellos cargos direccionales a los
cuales se les asignarían ese plus retributivo aludido (funciones ejecutivas)
que los equipararía con el sector privado. Cuando se anunció tales concursos
rigurosos/selectivos, que desterrarían las digitaciones y/o supresión del
derecho al reclamo, muchos técnicos de elevado nivel, radicales como
justicialistas, estaban eufóricos en la ceremonia oficial que los anunciaba
(según la crónica respectiva, resaltado por Clarín). Tal nivel de euforia me
inclinó a pensar que esto iba en serio, aún los desvíos propios de cualquier
proceso de cambio, factibles de rectificar. Iniciados los primeros concursos,
generalmente en Economía o Presidencia, se anunciaba esporádicamente la designación del titular
ganador del mismo, refiriéndose que los mismos ya ocupaban el cargo concursado (léase que
pasarían a cobrar el plus aludido). ¿Serian los mejores? Tal reiteración me
hizo consultar a las fuentes, corroborando mi presunción: la mayoría de los
directores, que ocupaban el cargo previamente al concurso y no cumplían con los requisitos rigurosos
de selección, fueron los ganadores del mismo. La cobertura previa del
cargo, limitaba la rigurosidad del mecanismo de selección, quedando en manos del titular del
Organismo respectivo la designación final, sin reclamo posible alguno a los
postergados. En fin, más de lo mismo. Resumiendo:
modificaciones estructurales deficientes, ni tantos profesionales idóneos, ni
transparencia en los concursos, fueron quitándome toda esperanza. Estábamos
en el Estado, el reino del todo es posible: mágicamente, con tales reformas
superficiales comandadas por los directivos acusados de inoperantes y
culpables del Estado elefantiásico y anacrónico, se pasó a la superreforma del mismo, promocionada como uno de los
grandes logros del gobierno. Para quien no estuviese informado, parecía
creíble. Ni se mejoró la operatoria del accionar de gobierno, ni de toda su
estructura burocrática. Hubo algunos intentos aislados, de hacer reformas
estructurales con base científica, vía consultoras contratadas en algunos
ministerios. Pero sucumben ante la indiferencia del nivel político como
gerencial respectivo, ajenos a tales "rigurosidades"
organizacionales. Las empresas contratadas, coherentes con su finalidad
lucrativa, aspiran a que se cumplan con los términos del contrato. En
definitiva, la maquina burocrática esta intacta, fagocitándose cualquier
tibio intento de cambio como este SINAPA. Aporte004 |