Aunque uno no sea economista
su incidencia nos impide ser actores pasivos. Más aún cuando los gurúes
nativos y extranjeros expertos en
nuestras pampas declaman posiciones divergentes sobre aspectos puntuales de
serias consecuencias para este vapuleado país. Cuando uno de ellos hace
declaraciones resulta obvio que defenderá sus intereses, con justificaciones
ideológicas subyacentes. La gama oscilará entre mercenarios y académicos,
siendo su combinación múltiple. Reitero, los humanos necesitamos justificar
conceptualmente nuestros actos - cualquiera sea su nivel,
aun los más atroces- con cierto grado de aceptación
social (colegas, pareja, descendientes, familiares, allegados, etc.).
Centrare mis reflexiones en tres temas grosos que en la actualidad nos superan:
gobernabilidad, déficit, gasto político, estrictamente relacionados...
Gobernabilidad
Por muchos años menemistas,
luego del desastre radical, la sombra de la gobernabilidad del partido
justicialista estaba en tela de juicio, más aun con el fracaso inicial y una
nueva espiral inflacionaria. El tanden Menem-Cavallo,
tanto por sus aciertos como su “coherencia” política a la hora de aplicar formulas que satisfacían al mercado, fue archivando esa
preocupación del mismo, dándola por superada. Reactivada hacia el fin del
segundo mandato justicialista, ya sin aciertos y sin Cavallo, con un marcado
descrédito. Por suerte infundadas y sin consecuencias político-económicas.
La gente necesita creer, tener esperanzas y apuesta a quien pueda brindárselas
potencialmente. Así avaló a Alfonsin para salvarnos
del horror militar, a Menem para salvarnos de la hiperinflación y a la alianza
para salvarnos de aquél. Una fantasía consumista sería ajustar nuestras
demandas con las ofertas, pero la realidad nos obliga a elegir entre los que se
nos ofrece, muchas veces lejos de nuestras aspiraciones y necesidades. Resignarse
es la mejor definición para tal circunstancia
(no es precisamente la postura del proyecto
Gracias al brillante gobierno delaruista, con la inestimable colaboración de Chacho-Meijide
and & y el deslumbrante grupo asesor pescadero, hemos reinstalado en el
mercado internacional la ecuación ingobernabilidad-riesgo país-default (volvé
menem... perdón por el exabrupto), aun el esfuerzo de su otrora delfín
económico y ahora político, de raza incierta... ¿ Estamos
o no en el fondo? Deberemos llegar al default y conjuntamente con el
deprimente nivel de nuestros políticos ingresar en el peor de los infiernos
posibles (el hoy nos parecerá el paraíso ) para reflotar esa credibilidad que
se nos requiere para ayudarnos, sin dejar de pensar que tal actitud del FMI
y sus mentores, encubra un gran negocio financiero. Estimo que a nadie le
conviene internacionalmente que Argentina llegue al nivel aludido, pues sería
un pésimo ejemplo al mundo de país emergente ( de modelo del FMI a bananero
...). Las opciones pueden ser varias, pero la más prudente es formar un
gobierno de coalición como nunca existió en el país, obviamente con dirigentes
que aun tengan algo de crédito y consensuado socialmente, dejando de lado
chicanas políticas e intereses sectoriales ideológicos y económicos para otra
oportunidad más propicia, que espero nunca llegue. Tarea para cumplir
tienen, hasta para el hogar : educación, ingresos, egresos, reforma del
estado, justicia, reglas de juego transparentes en el accionar político...
interminable, con las aludidas estariamos hechos. Las mismas deberán ser
delegadas a expertos en las materias respectivas independientes de los
partidos, sin excluir una visión global que esta asociada a la política. En
fin, crear las bases para que los futuros gobiernos agreguen valor a las
mismas. El futuro se construye desde el presente. Sin ser esta propuesta
la solución a los males nativos, ya que la misma deber emerger del ámbito
social hacia el político, es la única posible en la emergencia. Somos un
país bananero por nuestra dirigencia, no por nuestros recursos.
Resulta contradictorio que
siendo un porcentaje bajo del PBI comparativamente a otros países – un
17% aproximadamente, sin contar los intereses por la deuda, con estos
llegaríamos al 21- se pueda atender las demandas de nuestra sociedad y
exigir que el mismo se reduzca aún más para eliminar el déficit. Ni
satisfacemos las demandas sociales mínimas en cualquier nivel, ni tenemos
fondos genuinos para sustentar esta pobreza de alcance. Pero lo más preocupante
es que las recetas para superar tal desfasaje o llegar al superávit no tienen
una lectura coherente entre los popes económicos, menos aún en los políticos.
Cuando no hay claridad en las políticas presupuestarias a implementar, se
recurre a argumentaciones emotivas: que a los ancianos los cuiden los hijos,
que a los pobres no les afecta el aumento del transporte porque ya no viajan, y
habrá seguramente muchas más de seguir por este rumbo. O aspiración de deseos:
incrementar la recaudación por la alta evasión.
En un reciente mini-debate periodístico del déficit, nada menos que Roberto
Alemann, aludía que la supresión de los aportes patronales del 16% era uno de
los disparadores del déficit, además de los obvios intereses que pagamos. En
1994, el superministro de entonces anunciaba de pasada que prescindían del
asesoramiento del FMI. Habíamos logrado un superávit o equilibrio fiscal
hasta entonces con sus políticas. No se entendía bien, ni se aclaro lo
suficiente. A fin de año nos desayunamos con el reingreso del crónico déficit,
producto de una merma de la recaudación. Resultaba obvia la vinculación entre
la falta de ingresos por contribuciones previsionales y el mismo, como
obviamente su peligrosidad al hacerse extensivo a los presupuestos ulteriores.
La justificación a tal política obedecía a una máxima entre todos los
economistas – creo que es lo único en que coinciden, más allá de la
ideología que profesan- de bajar el costo laboral nativo y así los
empresarios generar nuevos empleos con tal reducción, y/o que los capitales
externos inviertan por tal contracción de costos. En cuanto a lo primero el
desempleo no bajo, lo cual indica que tal premisa es errónea . Sobre el
salario, ya por si insuficiente, tomarlo como variable solo ha logrado
comprimir el nivel de consumo del mercado interno, que para muchos economistas
debe reactivarse. Si esta fuera la única variable para invertir, jamás se lo
haría en nuestro país - y se hicieron- ya que hay otros con salarios muy
por debajo del nuestro. Evidentemente no es el fuerte nativo la
autocrítica y la revisión de los errores consecuentes. Incluyamos a que las
actividades empresariales del gobierno eran las causas del desequilibrio
presupuestario y que una vez suprimidas el mismo continuó... Ni olvidemos la
posición de FIEL que señala sin hesitar al déficit publico como el
causante de la falta de crecimiento, afirmación refutada por muchísimos otros
economistas.
En fin, evidentemente no hay una sola causa. El presupuesto es el sustrato de
las políticas nacionales y el nivel de riesgo internacional, requieren por tal
trascendencia de un análisis exhaustivo en donde no influyan los intereses
sectoriales y se omita el tijeretazo improductivo, medicina errónea utilizada contrareloj hasta el presente. Esto no se
logra con opiniones remarcadas, sino confrontando-debatiendo ideas en el mismo
escenario y el conjunto decidir o inferir que postura no esta viciada por
intereses y se funda en razones valederas. Ergo,
solo con un gobierno representativo de coalición.
El gasto político y su
incidencia.
La falta de acceso a información genuina relativa al
presupuesto nacional , provinciales y municipales impide desentrañar los reales
alcances del costo político y muchos otros conexos (fundaciones, subsidios,
etc). Nadie puede dudar de que en un republica debe financiarse a la
democracia, pero no a costa de las privaciones de la sociedad en sus
necesidades básicas. Hace unos días circulo un mail en el cual se invitaba a un
acto para lograr presión para la reducción del 50% de los gastos políticos en
toda
En fin, esta afirmación que no puedo garantizar por la
aludida falta de información, de ser cierta es muy trascendente y
extremadamente fácil de implementar en un lapso de años – simplemente no
hacer la renovación parcial parlamentaria, o esperar el cese de los
legislativos- con impensables beneficios como reducir o eliminar la deuda
externa. En fin, para ello se necesita un
gobierno que gobierne, remitiéndonos al aludido precedentemente de
coalición.
Red SOLeIDO (Solidaria
e Idónea),www.redsoleido.com.ar. Aportes e
interrogantes ciudadanos
-Número
09 del 23/05/2000 - Francisco Alberto Scioscia