¿UNA SOCIEDAD
INMADURA? |
En
mis años de estudiante de Psicología,
década del 70, rescate una definición de madurez que me resulto bastante
acertada. La misma fue construida por dos lucidos psiquiatras que se habían rebelado a los procedimientos contemporáneos de su
profesión, denominando a tal resistencia como la antipsiquiatría (R. Laing
y D. Cooper). Tal definición
consiste en dos aseveraciones enlazadas: la
capacidad de postergar y el reconocimiento de nuestra propia historia de vida
(conceptos a los que sigo adhiriendo plenamente al presente). Debemos suponer que quienes tienen las
mayores responsabilidades sociales –nos guste, o no- son los dirigentes políticos. Nativamente, si
observamos nuestra cotidianidad nos encontraremos con la persistente ausencia
de tales características de maduración
en muchísimos dirigentes. Una reflexión de un analista político indicaba,
socarronamente, que los cambios de partidos de los dirigentes no afecta a su
imagen, pues si los denostara no
harían tal viraje. Patética e
increíblemente es así. Y así tenemos sujetos de tal naturaleza,
que expresan “su aburrimiento” al pasarle continuamente por TV y grafica sus afirmaciones
totalmente opuestas al presente (lógicamente medios antiK). No es muy aliciente
tal proceder. Obviamente me estoy refiriendo al nuevo - y sorpresivo-
candidato a la Presidencia de la Nación por el kirchnerismo. Siempre he
aludido que la señora expresidente no
ha sido muy feliz en sus elecciones políticas. Quisiera aclarar que hace varios años -si
mal no recuerdo- estando en funciones Alberto Fernández en el Banco Provincia leí un extenso reportaje a su
persona, cuyos conceptos vertidos en la misma me resultaron convincentes y
apropiados. Su designación como Jefe de Gabinete del presidente Kirchner,
conjuntamente con otros ministros/funcionarios de buen nivel, hablaba bien de
Néstor por entonces (ver aporte050, causales de mi variación conceptual sobre
el expresidente). Su ejercicio de funciones como jefe de ministros no me
defraudaba, moviéndose con soltura en el desempeño del mismo. Según describe la crónica en el 2005,
cuenta que Alberto Fernández
presentó a Eduardo L. Borocotó
al presidente, “como el cuarto diputado porteño que le había prometido en las
elecciones legislativas de ese año”. Cualquier ciudadano informado sabe que
tal sujeto fue elegido por el PRO, pasándose
a las filas del Frente para la
Victoria. Como he aludido en varias oportunidades, la formación del concepto es una construcción temporal que se
ratifica, o cambia en su valoración. Tales afirmaciones de Fernández me parecieron
desafortunadas, iniciando un indicio que contradecía mi opinión positiva
sobre el mismo, sin llegar a ser determinante para un revés total a su
valoración inicial. Reitero, solo una primaria conjetura negativa. Proyectado al presente, el recorrido tan
variado del nuevo candidato a presidente en los últimos años, más sus severas
diatribas contra su actual candidata a vicepresidente, revisten una gravedad imposible de soslayar. Por simple definición lo inexplicable no se puede explicar,
aunque “lo aburran los archivos
respectivos”. No es apropiado proyectar nuestro
pensamiento personal sobre estos sujetos pasibles de virar (léase panqueques). Podría ser que
ambiciones personales prevalezcan sobre su anterior adhesión, contrapuesta a
la que asume en el presente, justificable o no. Sería el caso de G. Nielsen – muy bien conceptuado como
funcionario- otrora pro Lavagna, hoy como interlocutor
económico de Fernández al cual elogia
como un funcionario capacitado para conducir el Estado, dado el conocimiento
de la botonera necesaria para hacerlo. Podría ser que su ambición personal de
ser Ministro de Economía lo
subyugue, o una amistad de años que lo involucre, prevaleciendo sobre la cuestionada
catadura moral de aquel…Vale tal
reflexión para cualquier otro. Evidentemente, tales actitudes nos reflejan
como una sociedad inmadura.
Gracias
por su atención. Francisco Alberto Scioscia Aportes e interrogantes ciudadanos, (número 097 de mayo 30 de 2019) .-
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