4.2  Ser idóneo : trabajo y vida afectiva

 Freud - en un reportaje- puntualizó al trabajo como lo más parecido a la felicidad. Debemos redefinir el concepto de trabajo, acorde al desarrollo alcanzado al presente. Previamente trabajar fue siempre vinculado al sustento diario, como un medio para llegar a este fin. Asociado a los pobres, que sin él no podrían autoabastecerse como a sus subsistentes. Los ricos no trabajaban, administraban sus bienes. Los cambios producidos por el avance científico-tecnológico, transformaron al mismo. Sé priorizó el esfuerzo intelectual sobre el físico, asociándolo indefectiblemente a la educación recibida. Tal proceso generó un placer en el desarrollo del mismo, independientemente del ingreso. Asimismo, podríamos ampliarlo a actividades no remunerativas de trascendencia social (p.e. una ONG). Otros utilizan el mismo como medio para poder desarrollar actividades humanas más satisfactorias para su personalidad (arte, deportes, etc.). Es decir el concepto de labor ha variado positivamente en cuanto a su calidad, transformándose el trabajo en sí - directa o indirectamente, remunerado o no - en uno de los pilares de la existencia humana. Asimismo y en mayor relevancia, un desarrollo positivo de nuestra vida afectiva.

 

Trabajo y amor son factores trascendentes y complementarios. Si asociamos amor con dar, esta capacidad esta estrictamente vinculada a la cimentación de nuestra autoestima. Ésta se sustenta en la calidad de nuestros logros. Cuanta mayor satisfacción alcancemos en nuestra labor cotidiana, generará un concomitante incremento de nuestra capacidad de dar-amar producto de tal satisfacción. Ergo, la saludable devolución consecuente y el establecimiento de un ciclo virtuoso de dar y recibir, sin excluir al sexo dado que potencia nuestro respectivo género. En realidad, estoy transfiriendo mi experiencia como hombre, no puedo afirmarlo con las mujeres...

 

Reitero, la autoestima es una construcción temporal que emerge de la convergencia de nuestras propias percepciones sobre la labor que desarrollamos y las opiniones de los otros que ratifican, o no, a las mismas. En fin, proceder apropiadamente en nuestro ámbito de acción - en la medida de nuestras posibilidades- es consolidar nuestra autoestima y capacidad de amar concomitante. Convengamos que este proceso de construcción de la autoestima sería el esperado en la conducta humana saludable. Obviamente, sub o sobrestimado permanentemente resulta una carga para el sujeto, necesaria de ajuste ( léase terapia) y que repercutirá negativamente en la calidad de su vida afectiva.

 

Consecuentemente, resulta trascendente para los humanos que pueda desenvolverse apropiadamente en sus actividades y sea reconocido por los otros, acorde a sus potencialidades. Con ello aludo a que todos tenemos un techo para el desarrollo de las mismas. Para algunos más altos, para otros más bajos. Su altura estará vinculada tanto a nuestro nivel emocional - perseverancia, voluntad, dedicación, interés, etc.- como a las capacidades intelectuales que hemos adquirido y/o nos fue dada genéticamente, como los estudios conseguidos. En el transcurso de nuestra vida iremos perforando, techos topes para otros, menos dotados, hasta alcanzar el propio. En otras palabras, examinar nuestras virtudes de superación como nuestras limitaciones. Cuando una persona no logra reconocer en el tiempo tales parámetros se produce un desacople negativo de su personalidad. Esto producto de no ajustar su propia visión a la que tienen los otros de él, deteriorando su calidad de vida. Resulta obvio que llegar a nuestro techo no implica que dejemos de tratar de superarnos, dado que esta época nos exige constantemente la incorporación de nuevos conocimientos, que sustituyen y/o se integran a los previamente adquiridos. Sin tal proceso perderíamos nuestras cualidades de ser considerados idóneos. No es fácil para ninguno reconocer su tope, a veces puede ser doloroso dado que uno ambiciona razonablemente más para sí mismo. Lamentablemente, la realidad nos impone nuestras limitaciones. Adecuarnos a ella hace a una mejor calidad de vida. No así inversamente, repercutiendo negativamente como ya dijimos en nuestra personalidad. Consecuentemente ser idóneo implica tal ajuste a la realidad.

 

Como vemos, desenvolvernos apropiadamente es un delicado equilibrio de la estructuración humana. Ser idóneo nos exige adecuarnos a nuestra realidad, reconociendo nuestras capacidades y restricciones. Cualquier desajuste nos remite a empobrecer nuestra cotidianidad y las de nuestro núcleo familiar, sea cual fuere, limitando nuestra vida afectiva. Ergo nuestra calidad de vida. En cualquier ámbito o nivel quien deba desempeñar una función para la cual no se halla capacitado, deberá hacer de..., no podrá ser el... SER exige idoneidad, consustanciación entre lo que se hace y es. Mimetización entre el rol y la persona que lo ejecuta. Cualquier actor top, en cuanto a su capacidad de interpretación, ambiciona obsesivamente lograr ponerse en la piel del personaje de ficción que le toca interpretar. Simplemente, SER es mejor que “hacer de...”. Aquellos que algo saben de cumplir roles lo certifican... En un artículo periodístico el autor aludía a un intelectual americano que tenía una hipótesis sobre el origen de los males sociales: persistencia del chambonaje en todo nivel de la estructuración social. Precisamente, de quienes deben cumplir roles para los cuales no están capacitados (demasiado frecuente). Lamentablemente, cuando es tan habitual pasa inadvertido, pero no así su negativa trascendencia social. Borges aludía que creía en la veracidad del Corán y la Biblia, dado que en ambos no se nombraba respectivamente a los camellos y esclavos...

 

¿ Cómo resuelven estos hombres - los chambones- cotidianamente sus dificultades? : torpemente, generando conductas sociales consecuentes ( delegación inapropiada, obsecuencia, favoritismo, frustración,... siga Ud.), que no hacen precisamente a la calidad de vida humana aspirada.

 

Estimo que con las apreciaciones expuestas, cubro la alusión de la principal trascendencia de la idoneidad en cada uno de nosotros. Cuando nos referimos a su incidencia en el ámbito social, nos debemos remitir a los niveles de idoneidad. Antes de ello debemos referenciar la incidencia del factor emocional en la conducta humana, como a una hipótesis tentativa de la clasificación de la inteligencia.

 

4.3 Factor emocional