4.4 Una hipótesis tentativa de los niveles de
inteligencia.
Al presente una de las
teorías de la inteligencia que alude a la misma como facultad, nos
permiten calificar a quienes descuellan en su actividad y denotan el uso de las
herramientas de la inteligencia superior: pensamiento abstracto,
global y sistémico. Tal facultad - desarrollada en su campo- no es
garantía de ser transmitida positivamente en otras de igual o menor
complejidad, por ejemplo arreglar una canilla... La teoría
de la inteligencia como la capacidad humana de adaptación es más abarcativa.
Sus parámetros no solo exigen una habilidad especifica, sino que implica un
acople a su hábitat ( desde su localidad al
universo); comprender la aplicación de los recursos tecnológicos factibles
/ disponibles; relaciones interpersonales / comunitarias ( familia, comunidad, mundo) y una
prospección espacio-temporal de su especie ( vislumbrar nuestra historia,
presente y futura). Es decir, establecer una integración múltiple de los
aspectos que nos tocan vivenciar como humanos. Exige las
herramientas intelectuales de abstracción, globalización y sistematización,
como un adecuado dominio emocional que creo es el que permite ese múltiple
acceso.
Ambas definiciones definen
los grados de inteligencia como una variable cuantitativa. Es decir,
tenemos poco o mucho de las cualidades que exige el pensamiento.
Mis experiencias no lo
confirman:
4.4.1 Experiencias
personales en la calificación de la inteligencia
en áreas
operativas / racionales
Generalmente,
docentes/académicos insisten en que se
debe aprender a pensar. Quienes llegan al nivel terciario, teóricamente, en
menor o mayor grado, habrían accedido a pensar en
niveles de abstracción, globalización y sistematización. Mi actividad laboral
me interrelacionó permanentemente con profesionales, originados en diversos
claustros (abogados, médicos,
contadores, ingenieros, computadores científicos, analistas de sistemas). Asimismo,
un elevado número de estudiantes universitarios/terciarios, de las más variadas
disciplinas. Un campo propicio para confirmar esa hipótesis. Pero la gran mayoría
de los profesionales o potenciales no lograban globalizar los procesos
en los que estaban inmersos. Cuando se les explicitaba el marco referencial,
era captado en mayor o menor grado. Ulteriormente, reincidían - no con la
misma tarea- sino con otras que involucraban el mismo contexto. Comúnmente denominamos a esto error conceptual. Asimismo, en diarias
experiencias con empleados de mayor grado de idoneidad, denotaban dificultades
en inferir procesos relativos, fundamentalmente del orden numérico (índices,
coeficientes) que implica la regla de tres simple. Es decir, su capacidad relativa. Al variar un dato en tal
composición numérica tenían inconvenientes en recomponerla, incluyendo a
profesionales afines.
Sorprendido por tales dificultades, esbocé una respuesta
a la misma. Las endilgué a que comparativamente, tenían un nivel menor de información
y/o consustanciación con los procesos que estábamos automatizando. Tampoco me
preocupaba en demasía, solo me intrigaba. Pero la persistente reiteración en
los errores conceptuales me inclinó a una revisión de tal presunción y a buscar
otra que se ajustara a esa realidad. Bosquejada ésta, intenté corroborar tal
hipótesis en el grupo estable con el cual trabajaba y que me era factible
controlar. Ratificada, generalice su comprobación, logrando igual confirmación.
Esta hipótesis consiste en lo siguiente: clasificar el nivel de inteligencia en dos grandes grupos,
quienes acceden al nivel
de comprensión, que involucra a la
razón-entendimiento y el otro, a quienes alcanzan el nivel de intuición-entendimiento, que no pueden llegar al nivel de comprensión. Es decir, que quien
alcanza éste nivel incluye el de intuición-entendimiento, no así inversamente.
Tal discriminación es cualitativa. Los comprensores poseen una
habilidad lógica que no solo les permite abstraer los conceptos básicos
tangibles ( mesa, libro, agua, sólido, etc.) sin los cuales nos resultaría imposible desenvolvernos sino con los de carácter intangible (derechos, estructuras, relaciones, etc.), conceptos estrictamente vinculados al pensamiento abstracto/global. Esta doble capacidad de abstracción
es la que le permite acceder a la comprensión de procesos, lo que equivale a
poder razonarlos por sí solos. A no poseer errores conceptuales, factibles de
yerro solo por no contar con la información adecuada. Pero esta
habilidad no se aprende, se ejercita. Quien la posee debe desarrollarla intensivamente. Primero, debe tratar
de entender para luego alcanzar ese nivel de comprensión, ese salto cualitativo
que accede al insight. Pero lo fundamental es que la ejercitación permite la
generalización de esas sucesivas comprensiones
súbitas que
habitualmente se vinculan a los conceptos abstractos, como ser sistemas, estructuras, derechos, etc., proceso vedado a los entendedores.
Estos, en su mayor nivel, no
pueden franquear esa barrera, aun teniendo un alto training laboral en tareas
sistémicas. Lograrlo, implicaría ser un comprensor. Al buen entendedor, lo identifica las escasas palabras
a las cuales debe recurrirse para explicar lo que se pretende; generalmente,
ellos concluyen complementando aquello que se esta aludiendo. No en vano la
reiterada frase: “al buen entendedor pocas palabras”. Tal captación debe
producirse en el plano intuitivo, dado que pueden entender perfectamente el
razonamiento lógico subyacente, pero les esta limitado reproducirlos por sí
solos y menos generalizarlo, desembocando en un error demasiado frecuente: la esquematización.
Es decir, trasportar una estructuración utilizada eficazmente en un contexto a
otro aparentemente similar, pero que posee variables intervinientes distintas
que la original, cuya incidencia invalida su utilización y resultando
inadecuada tal generalización. En otras palabras, el entendedor no puede
captar las partes nucleares de una estructura, que de ser razonadas
correctamente facilitaran, o no, su aplicación en otro producto similar. Es
decir, si capta conceptualmente la estructuración le permitirá verificar si las
premisas consecuentes son ajustables al nuevo proceso, o no, evitando
esquematizaciones inadecuadas ( demasiado frecuentes), factor posible de
solucionar positivamente en los comprensores.
Aunque mis
experiencias estuvieran limitadas a un número reducido de casos, unos 500 como
universo y unos 30 involucrados/testeados directos, en un lapso de diez años,
pude corroborar mis hipótesis cualitativas en un ciento por ciento. Esto
implica una seguridad para formularlas sin temores y restringida al campo de
operaciones racionales (léase organizaciones). Los grados para estos dos grandes grupos esta estrictamente
vinculados a la dedicación, training y equilibrio emocional, aunque esta mejor
definido en el punto próximo de niveles de idoneidad ( 4.5). Si no existiera tal diferenciación cualitativa,
deberíamos concluir que toda persona que se exigiera al máximo logrará alcanzar
niveles de excelencia en cualquier actividad. La realidad nos indica que
debería redefinirse inequívocamente lo expuesto: alcanzar los niveles
concomitantes a sus posibilidades personales. Así lamentablemente no llegaremos
a emular a Maradona, Jordan, Einstein, Freud, etc.
por más que ejercitemos las 24 horas del día. Hoy por hoy - limitado a lo
conocido- debemos asumir que las posibilidades que poseemos cada ser humano
estarían recibidas genéticamente y sí concluir con seguridad, que solo
se desarrollarán productivamente en el ejercicio sistemático de las mismas.
Reitero, no basta con el Don, se requiere una praxis enriquecedora,
concordante al mismo.
Aludir a los grados de
inteligencia es un tema altamente conflictivo, dado que afecta tanto a
nuestra autoestima como nuestros intereses. A nadie le gusta sentirse
inferior a otro y menos cuando implica que puedan verse limitadas nuestras
posibilidades materiales, al reconocer tal superioridad. Esto agravado por lo
imprudente que sería tomar un test para definir quien es más inteligente cuando
existen muchos otros factores intervinientes; igualmente comprometido sería
remitirnos a los productos personales para compararnos, cuando no hay
similitud entre los mismos. Resulta sumamente difícil discernir quién puede ser
más capaz que otro, inevitablemente base de interpretaciones subjetivas,
intencionales o no, de mayor propensión en organizaciones perimidas
estratificadas formalmente. Un ejemplo esclarecedor tomado de mi actividad publica:
promocionado a Director de área, ésta se agrupaba en dos grandes departamentos:
uno operativo - del cual
surgí- y otro técnico. Conocedor del nivel intelectual de ambos sectores,
produje cambios para su compensación. Transferí a dos empleados top del área
operativa a la técnica. Existía entre ambos una notoria diferencia, reconocida
por ellos mismos y en general en su área. A tres meses de su labor en
su nuevo destino, su jefe departamental hablaba maravillas de los mismos. A los
seis, ya lo equiparaba con sus supervisores más antiguos (
Una traducción más apropiada de mis aseveraciones son
los denominados por Robert Reich: Analistas de símbolos (en mi
terminología, arbitraria, comprensores). Es decir, define así a
quienes tienen capacidad de abstracción, globalización y sistematización, lo
cual les permite identificar un problema y su solución consecuente.
Hasta aquí concordamos. Disentimos en cuanto a que se accede a tal
categorización con educación superior aseverando que con tener varias Harvard
lograríamos que todos los que concurrieran a las mismas serían analistas de
símbolos, lo cual no es así terminantemente: a esa universidad seguramente
entran solo lo que tienen nivel de comprensión o máximo nivel de entendimiento,
que para construir un mundo mejor deberían identificarse los problemas y su
solución consecuente. Esto lo omite, estimo, por sus pares circunstanciales ( fue secretario de trabajo del gobierno de
Clinton). Difiero asimismo en el número de los mismos, contabilizando aquel
un porcentual aproximado en la población del 20%. Si tomáramos los mayores
niveles de entendimiento y los comprensores podríamos llegar a esa proporción.
No así los analistas de símbolos/comprensores cuyo número no puedo precisar
pero es bastante inferior al mismo. Mucho más aún si tenemos que considerar
como juega el factor emocional (Goleman, la inteligencia
emocional, IE) que aunado al del Cociente intelectual (CI)
inherente a los analistas de símbolos / comprensores, darían el perfil adecuado
para los lideres sociales de envergadura, que obvia y lamentablemente no
sucede... Destacase que un CI superior no implica igual nivel de IE,
son independientes y hasta puede ocurrir una asimetría galopante entre
los mismos, en ambas direcciones. La IE es fundamental, siendo
más trascendente que el CI - adhiero a Goleman que lo afirma-
para lograr ser productivo ( léase calidad de vida no dinero, nada
despreciable si viene por añadidura).