En el transcurso de la eufórica restauración democrática del ' 83, reiterábase en los medios la siguiente frase: "Para hacer política se requiere de los políticos". Además de su irrefutable lógica, nuestra historia reciente lo avalaba. Empresarios, técnicos, artistas, militares... hasta brujos, devinieron en políticos, con las funestas consecuencias para nuestro país.

En nuestra joven historia, pertenecer a la oligarquía, un poco de brillo y locución, bastaban para aspirar a los cargos electivos. La irrupción radical implicó la incorporación de la naciente clase media a la política, fundamentalmente universitarios. Estos, compartieron con los oligarcas los cargos de gobierno. El modelo del partido radical, dividíase territorialmente, respetando la jerarquía geográfica (nacional, provincial, municipal, barrial, etc.). Generalmente los cargos de mayor nivel partidario eran ostentados por los hombres que representaban los intereses agro-exportadores, nucleares en nuestra economía de esa época. Los de menor jerarquía, para esta camada universitaria. Del viejo fraude oligarca - voto cantado - al  obligatorio  y  secreto,  se fue urdiendo una nueva trama de intereses a través del voto por favor. Este, resultaba tanto válido para las internas como las elecciones generales. El sistema partidario radical modeló las reglas del juego político argentino.

            La crisis del modelo agrícola-ganadero, dado los cambios internacionales, determinó décadas después la explosión obrero-peronista. Las condiciones de acceso a la política se diversificaron. Ya no importaba ser oligarca, Doctor o tener dotes oratorias. Otros parámetros: poder, astucia, lealtad... democratizaron las condiciones de tal acceso: sindicalistas, obreros, empleados, artistas...

            La trascendencia radical-peronista ha dejado su impronta. Las unidades básicas peronistas sumáronse a los comités radicales. La hegemonía barrial partidaria sigue al presente dirimiéndose por el voto a favor. Estas pugnas tienen su cúspide a escala municipal. Los puestos provinciales/nacionales exigen otras condiciones, sin soslayar la incidencia barrial en las internas, que oportunamente pasarán sus respectivas facturas a los vencedores del nivel superior.

            La extraordinaria difusión de los medios de comunicación, ha transformado a los mismos en variables intervinientes trascendentes. Pesan a la hora de decidir los candidatos partidarios. Ya no basta con destacarse en su partido - escuela informal básica- sino que deben compartir sus posibilidades con otros, partidarios o extrapartidarios. El prestigio de éstos fue ganado en otros ámbitos, logrando notoriedad gracias a los medios. Empresarios y profesionales, que transfieren su crédito mediático social al político. Igualmente para los artistas o deportistas consagrados, contando estos con un handicap considerable: feeling con su pueblo-medios de comunicación, generadores y sustento de su fama y consecuentemente de su proyección política.

            Obviamente, estos "ungidos" a potenciales cargos, deben reunir otros requisitos que su popularidad-éxito. Fundamentalmente, aquello que los políticos de raza reconocen inmediatamente: el justo equilibrio entre los extremos posibles, expresado correctamente, sin herir susceptibilidades de sectores influyentes y pares. Y prioritariamente, a la ciudadanía en general (letal). En fin, lo que se dice"ser político" en sus actos y declaraciones, por lo menos públicas. Hoy en día sin este timing político, no vale tener laureles prestigiosos, poder, dinero, honestidad, cultura o intelecto. La injerencia de los medios actúa como caja de resonancia, siempre deseosos de brindar información. La proliferación zonal de aquellos, les permiten llegar a los lugares más inesperados - para los políticos- y recibir las declaraciones más inoportunas, tomas indiscretas o información que pueden ser el prólogo de la partida de defunción como representante popular. La diversidad de intereses que dominan a los medios, impide el dumping informativo. La información es transmitida incesantemente a nuestra sociedad perfilándose según los respectivos intereses mediáticos, para alegría o desgracia de nuestros políticos, que no pueden prescindir de ese público masivo. En fin, a éste le llegan las noticias - distorsionadas o no- siendo filtrados individualmente sus contenidos, generando los respectivos juicios de valor y sentimientos concomitantes.

            Someramente, hemos descrito la carrera de un político actual. Han sido elegidos por el voto ciudadano (las excepciones están por extinguirse, léase formas indirectas). Su mandato emana del poder soberano. Es decir, la sociedad es responsable directa-indirecta de esta dirigencia, que paradójicamente denostamos a diario. Cada partido recluta - entre sus afiliados o extrapartidarios invitados- a los potenciales postulantes a los cargos electivos vacantes, por el voto de sus afiliados. Tal acto eleccionario no es obligatorio, presentándose un tercio - promedio- del padrón partidario, debiendo cumplir con todos los requisitos legales vigentes y convalidado por la justicia electoral. Estas normas han sido sancionadas por los legisladores, en cuanto le indican las normas constitucionales. Más aún, ninguna norma en la materia impide a un ciudadano de bien acceder a cargos políticos. Este proceso selectivo es legalmente inobjetable como improductivo, ya que genera una dirigencia que no satisface las demandas sociales en la materia. O podría colegirse que estos políticos son lo que tenemos y merecemos. Es decir, una muestra significativa y representativa de nuestra sociedad.

            Tratemos de ver, paso a paso, este proceso selectivo:

  •   La afiliación a un partido es un acto voluntario.
  •   La presentación a un cargo partidario es un acto voluntario.
  •   La presentación como candidato partidario a un cargo electivo, es voluntaria.

            En todos los casos, la decisión corre por cuenta propia, producto de una autovaloración para el cargo que se postula, considerándose apto para el mismo. Obviamente serán los otros afiliados quienes decidirán quién ganará. Podrán ser los mejores entre los postulantes, pero no garantiza su aptitud para el cargo en juego. Generalmente no hay vacantes para cuando no se halla el candidato apropiado al mismo.

            Un político ha tenido que recorrer un largo camino hacia el cargo electivo alcanzado. Tuvo que autoconsiderarse idóneo para aquel, convalidado por sus pares afiliados en el proceso selectivo partidario. Una vez electo y en ejercicio del cargo, demostrar a sus partidarios, sus mandantes soberanos, a los que no lo votaron, de su probidad para el desempeño del mismo.

            Cuán difícil, sino imposible, reconocer sus falencias en el transcurso de su mandato, o antes. Primero su autoestima, luego sus íntimos, correligionarios, adherentes, críticos... gracias a Dios, existen mecanismos propios de los humanos factibles de soslayar tanta desgracia: racionalización, negación, disociación, proyección... y otros complementarios: soberbia, sobreestimación, fijación y algún otro más que Ud. pueda aportar.

            Evidentemente, desde la misma cuna selectiva emerge la subjetividad: autovaloración, autoproposición, con la consiguiente probabilidad de sobreestimación de sus cualidades individuales - léase narcisismo- o de impulsos exhibicionistas - una cámara aquí, por favor- o poseer una información distorsionada del futuro rol político a desempeñar. Ello, avalado por partidarios de similar cosmovisión y estimulado por quienes pueden verse favorecidos por beneficios colaterales de la política, más allá de evaluar las reales capacidades del candidato (léase familiares y allegados).

            Este análisis del proceso selectivo de nuestra dirigencia, determina tanto su carácter legal-inobjetable, como falaz, en cuanto a que tal proceso recluta lo mejor de nuestra sociedad. Tal proceso no garantiza ni cualitativamente ni cuantitativamente una técnica de representación fiable. Esto no es lo que nos representa sino aquello que nos ofrecen los partidos actuales, no lo que nos merecemos. Cualquier avezado político, ante estas aseveraciones, dirá que son burdas reducciones de un proceso partidario que implica un exhaustivo trabajo, concienzudas evaluaciones, análisis, etc. ...   Pero la realidad nos dará un claro veredicto: el descrédito general de los políticos emergentes de sus internas partidarias (indefendible). He tratado de no referenciar anécdotas de los políticos notorios, que ratificarían mis aseveraciones. Ellos no crearon las reglas del juego, devienen. A lo sumo se les puede endilgar que las mantienen. Sus propias limitaciones los exime de culpabilidad. Igualmente, un cambio radical en las reglas de representación, gestionadas por ellos mismos, no le garantizará su continuidad. Observemos la realidad cotidiana: solo ante la presión de pruebas irrefutables - a criterio de la ciudadanía en general- sacrifican a algún camarada en desgracia. 
¿Quien les asegura que el día de mañana no sea uno de ellos el incriminado?

            El deber de cambiar las reglas del juego político, que generan la clase de dirigentes políticos que cuestionamos, es de la sociedad misma. Aunque ésta ya no los tolera, se halla impotente de hallar soluciones adecuadas por carecer de interlocutores válidos. No se puede recurrir a aquellos políticos, que con mejor imagen pública, tratan de revertir tal descrédito. Un técnico-político experimentado aludió sobre uno de aquellos: "una monja no puede trabajar en un prostíbulo". Desde joven comprendí que no se puede pelear con los malos en sus propios dominios, hay que obligarlos al cambio de sus armas, sino se pierde.

           Este es nuestro gran desafío actual: generar condiciones sociales propicias para que emerja una dirigencia que nos merezcamos y nos represente cabalmente. Que cumpla con un mandato social simple e imperativo: Idoneidad y transparencia en el ejercicio del poder delegado. Debemos reflexionar sobre los factores incidentes en tal problemática. 

 

(transcripción del punto 2.1 del ensayo "Hacia una Nueva IDONEIDAD POLÍTICA",1997, edit. Ocruxaves)

(Solidaria e Idónea). Francisco Alberto Scioscia    
 

www.redsoleido.com.ar   número  9  del:  24/12/99.                    letter.gif (161 bytes)