¿ Tenemos que aceptar los paradigmas liberales como si fuesen
ineluctables por el solo hecho de no hallar otras respuestas satisfactorias? Los fracasos de los modelos alternativos al capitalismo,
solo indican que no hemos acertado con las formas, pero no validan al mismo.
Pensar que con la caída del muro de Berlín el liberalismo iba a
imponerse sin hesitar es una torpeza intelectual, e igualmente considerar el
fin de la historia... Repasemos algunos conceptos teóricos que “sustentan” al
capitalismo.
¿Quien puede
afirmar científicamente que la suma del interés individual hace al bienestar
general? Obviamente no hay como pueda medirse tal aserto. Compete más a las
ciencias vinculadas a la inserción social del hombre. Estudios universitarios
comprobaron recientemente que cuando la gente actúa solidariamente, aunque
pueda perjudicarse particularmente, refleja en las mediciones cerebrales un
estado de satisfacción superior a aquellos que actuaban en forma mezquina.
Anteriormente tal afirmación era equivalente a la cuestionada de Adam Smith
(1723-1790, escocés) expuesta precedentemente. Podría decirse propia
de un sujeto optimista, o de izquierda, según el cristal con el cual se
observa. Hoy, el mapeo cerebral confirma científicamente a la solidaridad
no al individualismo.
Helena Cronin,
inglesa, cientista social e investigadora por excelencia durante más de dos
décadas de Darwin, expuso en 1999 sus conclusiones en Davos,
defenestrando al darwinismo social, baluarte “filosófico” de los
liberales. Con éste se permitía el vale todo en el mercado, con el objeto de
justificar la supervivencia del más apto. De los mismos textos del científico
inglés, la aludida cientista garantiza que la coparticipación entre los hombres es más benéfica que el accionar
individual, quien más da más recibirá. Los asesinos naturales - emergentes
equívocos del pensamiento darwiniano- están en los cerebros humanos no
en la de los más inteligentes animales. Estos actúan cooperativamente,
aún entre seres diferentes. Asimismo tienen en sus especies superiores
mecanismos de inhibición para no destruirse entre ellos como por ejemplo en una
cruenta pelea -entre nada menos que leones- el que se considera derrotado le
ofrece la yugular al vencedor como signo inequívoco de aceptación de su
derrota, código aceptado por todos los de su especie, sin llegar a la extinción
del ocasional rival.
Desconociendo la doctrina, solo por
otros autores, nunca pude entender que un hombre del nivel intelectual de
Charles Darwin (1809-1882,
inglés) pudiera llegar a tales disparatadas conclusiones. Estas deben buscarse
en otro lado, no en sus postulados...
El concepto que alude a la magia del mercado en cuanto a
la mano imperceptible que regula sus actividades, es de por sí cuestionable ¿Más que la mano invisible del
mercado no sería más razonable considerar la miopía del ojo humano en su nivel de conocimiento
actual? Tal invisibilidad sería como creer
que la magia es verídica por no poder detectar el truco del
ocultista. Algo así como que al no registrar una balanza el peso de una pulga,
esta no lo tuviese. Obviamente, nos deberemos remitir al instrumento de
medición que lo haga posible ( hoy existe,
en el siglo 19 no... las pulgas creo que siempre).
Recientemente asignaron el
premio Nobel de Economía a un psicólogo - Daniel Kahenman- cuyos trabajos en equipo
con otros economistas demostraron lo cuestionable de las interpretaciones
vigentes hasta el presente con relación a la racionabilidad del individuo en
sus transacciones económicas. Hasta ahora para los economistas se suponía
que un sujeto actuaba en extremo analítico al efectuar las mismas, garantizando
cada uno de sus actos a los efectos de lograr para sí los mayores beneficios.
Quienes emergen de las ciencias sociales, con cierta “calle”, sabemos que tal
argumentación era falaz, con solo observar nuestra propia conducta, la de
allegados y consumidores en general en el transcurso de nuestras vidas. Como la
falta, a veces absoluta, de racionalidad en nuestras operaciones comerciales,
condicionadas por nuestras emociones, casi en estricta relación a la inversión
efectuada. Obviamente nadie quiere reconocer tales garrones, ya que quedaríamos
como imbéciles. Los espejitos de colores siguen vigentes y no precisamente para
los indios... Envase, ubicación en góndolas, mensajes distorsionados, omisiones
intencionadas, consejos de amigos (las cosas que uno a comprado por estos),
etc. En fin, debemos aceptar que quien vende no-asesora, te
“engancha”. Es decir, bastante antes de
que se hicieran tales trabajos científicos que devinieron en el premio. Siempre
he afirmado que no se puede entender como una disciplina científica como la
economía, de la cual parece que dependa el planeta, se sustente en principios
que no le competen a la misma: confianza, estados emocionales, racionalidad,
más cercanos a las ciencias que estudian al hombre. Aún las limitaciones en
este campo, su evaluación sería más certera que los usados por los economistas.
Asimismo varias veces los gurúes en tal metier afirman públicamente que no pueden predecir, sino analizar
productivamente lo sucedido con los múltiples y eficaces recursos que provee la
ciencia económica para tal objetivo. Ratificado esto en el Foro Económico
Mundial de Praga en el 2000, que graciosamente expuso uno de sus
principales oradores. Sería como si el mecánico nos explicara en el
nosocomio, o en el cementerio a nuestros deudos, las causas por las
cuales chocamos con nuestro automóvil a su cargo profesional...
En fin, cuando se aplican
los paradigmas que rigen tal saber científico y que se tornaban en inesquivables
en los 90, tampoco dieron resultado. Los políticos que no se ajustaban a tales
designios eran penalizados por los gurúes internacionales en la materia. Ergo,
no recibir ayuda de los centros financieros internacionales y comprometer a sus
ciudadanos. El fracaso de los modelos populares, nacionales o de izquierda en
el siglo precedente, más aún con la caída del muro de Berlín, otorgaron
a los parámetros neoliberales el carácter de ineluctables. Pensar que el
triunfo de los opuestos determina que el restante sea "la verdad",
es una necedad. Igualmente, pasar del todopoderoso estado al fundamentalismo de
mercado. Lamentablemente la década del 90 demostró lo inexacto y gravoso
de los postulados que conformaron el Consenso de Washington. Una receta for
export estandarizada para países en vías de desarrollo, que obviamente no
respondía a las particularidades de cada uno de los países involucrados. Y dado
que no soy un experto, si no lo medimos por su marco teórico, su aplicación fue
deficiente, lo cual lo torna indefendible y grave. Así tenemos que aún
el crecimiento registrado, su distribución fue tan desigual que aumentó los
niveles de pobreza preexistentes. En mi país, el famoso derrame
pronosticado se hizo realidad... Cuando se llegó a niveles insostenibles del
deterioro operado en la estructura productiva del país, el desempleo, los
niveles de consumo, la abrupta caída de la recaudación fiscal y el déficit
consecuente, producto de las imposiciones del FMI - fundadas en el
aludido Consenso- se produjo el ansiado derrame: de pobreza. Los
argentinos podemos asegurar que la teoría del derrame es valida, pero
restringida a la miseria no así a la riqueza. Costará muchos años de
esfuerzo para reparar tanto daño...
Asimismo resulta
incomprensible la disparidad de recetas que utilizan en sus países, con
relación a los subdesarrollados. Ante la menor crisis en el primer mundo,
recetas keynesianas que impiden un deterioro y bajas de tasas de interés para
que se invierta en producción y no en especulación. Protección de sus
mercados. A los subdesarrollados restricciones presupuestarias y tasas
altísimas, con liberación de mercados.
Por suerte muchos gurúes en la materia, fundamentalmente las nuevas
generaciones provenientes del ámbito académico – Krugman, Stiglitz -
resaltan tales contradicciones y abogan por soluciones acordes a las
necesidades de los países que se pretendan socorrer. Que no respondan a los
intereses de los grandes conglomerados financieros de los países centrales, que
mayoritariamente gerencian los organismos de “ayuda” internacional, como el FMI,
BM, o cualquier otro de menor envergadura. Estos organismos fueron creados luego de la
última guerra mundial, con Keynes a la cabeza, para auxiliar
financieramente a los países con problemas, ya que esto repercutiría en todo el
planeta, incluyendo a los desarrollados, por lo cual pondrían el dinero para
subsanar tal desequilibrio. El Banco Mundial se encargaría de financiar
proyectos dirigidos a subsanar la pobreza en donde existiera. Tales propuestas
fueron avaladas por los grandes, producto de un doble mensaje. Por un
lado no podían dejar de reconocer los fundamentos intelectuales keynesianos y
los morales de socorrer a otros congéneres, so pena de ser cuestionados por
ello. Pero simultáneamente resultaba un colosal negocio tanto para ganar dinero
como trabajo para sus gurúes, actuando estos como guardianes del sistema
que les da de comer, aunque sea con las migajas del banquete mayor.
¿Tenemos idea del negocio que
implican las interacciones de los expertos tramadas en siglo pasado? No estoy hablando de las
transacciones comerciales que implican el ejercicio de su profesión, sino de
los intercambios humanos relativos a estudios, investigación, cargos desde
ejecutivos a otros de cualquier naturaleza, incluyendo los de los sistemas
educativos afines, etc. Reconocer lo endeble de la cimentación de su
ciencia implicaría un desastre en tal tramado, pacientemente organizado, devenido
en ese discurso homogéneo - cada vez más inconsistente-
que se mimetiza con el concepto de globalización. Obviamente extensivo a
cualquier campo donde existan personas en interacción, que impliquen intereses
conexos. La preservación de éstos entre los miembros será primordial
para su beneficio, independientemente de sí sus principios ideológicos son
sostenibles o fueron superados por la realidad. Siempre prevalecerá esa
tendencia al resguardo del beneficio que se obtiene, fundamentalmente de
aquellos actores que usufructúan el mismo.
Pero simultáneamente el discurso para justificar tales conductas se
debilita frente a las fisuras que presenta el mismo, chequeados ante las
experiencias cotidianas que lo contradicen. Quienes objetan, pretenden ganar
espacios de poder que ostentan los que tienden al mantener el statu quo fijado.
En fin, los estudios psicológicos nos indican la natural tendencia de
mantener aquello a que adherimos o nos fue impuesto o asignado, probado
como eficaz en determinados lapsos, cuestionados con razón al presente. A nadie
le resulta fácil cambiar su “mochila”, cuando esta le ha dado resultados
individuales satisfactorios, tanto sea en lo material como en su coherencia
ideológica, tomada – o no- de otros. Mayoritariamente los hombres nos
adaptamos a las reglas de juego en las cuales nos desarrollamos, hasta tanto su
cuestionamiento torna insostenible a las mismas. Obviamente este “cambio”
es un proceso temporal que conlleva periodos extensos, que en nuestra era serán
cada vez menos, dado el vertiginoso fluir de la información. Quienes cumplen el
rol de cuestionadores, válidos, actúan como los viejos exploradores del
siglo 19, pero en vez recorrer el espacio, transcurren en el tiempo, con la
misma sed de indagación. Es decir hacen prospección, poseen y analizan la
información circulante que genera pautas de conductas estándares en determinada
coyuntura, rastrean otra información no disponible en general, que objeta a la
vigente y actúa como disparador de la investigación, pero de mayor grado de
veracidad que la utilizada e infieren consecuentemente otras conclusiones que
empiezan a circular. El grado de validez de las mismas determinará si se
impondrá o no. Un proceso cíclico, sinuoso, muchas veces cruento
al luchar contra los intereses dominantes, que hace a la
historia humana y el germen de su evolución. Obviamente ésta no es simple y
lineal, sino con avances y retrocesos que muchas veces generan dudas de los
coetáneos a tales tortuosos procesos, dado que tal coexistencia impide tomar
distancia y tener una perspectiva adecuada.
Retomando el plano económico,
el reconocimiento de la existencia de sujetos interactuantes poco racionales,
en los que prevalecen sus estados emocionales, conforman el mercado. Ergo, nos indica lo incongruente
que implica dejar en manos de aquel las definiciones que afectan al conjunto.
El mercado se rige por el aquí y ahora, no puede responder por el
mediano y largo plazo, vinculado a la racionalidad. Es decir competencia de
aquellos que deben velar por el bien común: los dirigentes políticos.
Estos y los economistas dejan mucho que desear, Dios nos guarde.
Cualquier teoría para ser valida, siguiendo el método hipotético deductivo,
consiste en generar una hipótesis, que ulteriormente sea comprobada
fehacientemente como compatible a la misma, en las múltiples circunstancias que
se da tal hipótesis. Las fallas de tales inferencias nos indican lo endeble de
tal teoría, que requiere una revisión o ser desechada. Convengamos que esto es
relativamente “fácil” en las ciencias exactas y naturales, no así en las
ciencias sociales, cuyas limitaciones en su capacidad de experimentación nos
deparan grandes sorpresas y su invalidación puede llevar siglos...
En definitiva, demasiadas grietas en una ciencia
que ha sustentado al capitalismo, a expensas del sufrimiento de los habitantes
del planeta Tierra, ya sea en lo monetario o en su calidad de vida. Muy
poco es lo que se ha hecho para mejorarla cuando es posible, proveyendo salud y
educación para revertir tal situación, como expusimos en el anexo I del
apéndice. Es más, el mayor aporte sería invertir en investigaciones
multidisciplinarias en materia económica que impliquen una visión global,
incluyendo las limitaciones en el conocimiento científico en los estados
emocionales y los niveles de inteligencia de los humanos, en definitiva
consumidor y componente esencial del mercado. Sin excluir el resguardo del
hábitat frente al desarrollo económico. Los avances científicos en todas las
ciencias permitiría llevarlo a cabo con altas probabilidades de hallar
respuestas positivas para el planeta, solo falta la decisión política de los
grandes del grupo de los 7 ( G 7 ú 8). Lamentablemente, de solo pensar en Bush,
Berlusconi, Putin, deberemos esperar...
punto
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