2.2  Grietas del Capitalismo 

¿ Tenemos que aceptar los paradigmas liberales como si fuesen ineluctables por el solo hecho de no hallar otras respuestas satisfactorias? Los fracasos de los modelos alternativos al capitalismo, solo indican que no hemos acertado con las formas, pero no validan al mismo. Pensar que con la caída del muro de Berlín el liberalismo iba a imponerse sin hesitar es una torpeza intelectual, e igualmente considerar el fin de la historia... Repasemos algunos conceptos teóricos que “sustentan” al capitalismo.

 ¿Quien puede afirmar científicamente que la suma del interés individual hace al bienestar general? Obviamente no hay como pueda medirse tal aserto. Compete más a las ciencias vinculadas a la inserción social del hombre. Estudios universitarios comprobaron recientemente que cuando la gente actúa solidariamente, aunque pueda perjudicarse particularmente, refleja en las mediciones cerebrales un estado de satisfacción superior a aquellos que actuaban en forma mezquina. Anteriormente tal afirmación era equivalente a la cuestionada de Adam Smith (1723-1790, escocés) expuesta precedentemente. Podría decirse propia de un sujeto optimista, o de izquierda, según el cristal con el cual se observa. Hoy, el mapeo cerebral confirma científicamente a la solidaridad no al individualismo.

 Helena Cronin, inglesa, cientista social e investigadora por excelencia durante más de dos décadas de Darwin, expuso en 1999 sus conclusiones en Davos, defenestrando al darwinismo social, baluarte “filosófico” de los liberales. Con éste se permitía el vale todo en el mercado, con el objeto de justificar la supervivencia del más apto. De los mismos textos del científico inglés, la aludida cientista garantiza que la coparticipación entre los hombres es más benéfica que el accionar individual, quien más da más recibirá. Los asesinos naturales - emergentes equívocos del pensamiento darwiniano- están en los cerebros humanos no en la de los más inteligentes animales. Estos actúan cooperativamente, aún entre seres diferentes. Asimismo tienen en sus especies superiores mecanismos de inhibición para no destruirse entre ellos como por ejemplo en una cruenta pelea -entre nada menos que leones- el que se considera derrotado le ofrece la yugular al vencedor como signo inequívoco de aceptación de su derrota, código aceptado por todos los de su especie, sin llegar a la extinción del ocasional rival.

Desconociendo la doctrina, solo por otros autores, nunca pude entender que un hombre del nivel intelectual de Charles Darwin (1809-1882, inglés) pudiera llegar a tales disparatadas conclusiones. Estas deben buscarse en otro lado, no en sus postulados...

 El concepto que alude a la magia del mercado en cuanto a la mano imperceptible que regula sus actividades, es de por sí cuestionable ¿Más que la mano invisible del mercado no sería más razonable considerar la miopía del ojo humano en su nivel de conocimiento actual? Tal invisibilidad sería como creer que la magia es verídica por no poder detectar el truco del ocultista. Algo así como que al no registrar una balanza el peso de una pulga, esta no lo tuviese. Obviamente, nos deberemos remitir al instrumento de medición que lo haga posible ( hoy existe, en el siglo 19 no... las pulgas creo que siempre).

Recientemente asignaron el premio Nobel de Economía a un psicólogo - Daniel Kahenman- cuyos trabajos en equipo con otros economistas demostraron lo cuestionable de las interpretaciones vigentes hasta el presente con relación a la racionabilidad del individuo en sus transacciones económicas. Hasta ahora para los economistas se suponía que un sujeto actuaba en extremo analítico al efectuar las mismas, garantizando cada uno de sus actos a los efectos de lograr para sí los mayores beneficios. Quienes emergen de las ciencias sociales, con cierta “calle”, sabemos que tal argumentación era falaz, con solo observar nuestra propia conducta, la de allegados y consumidores en general en el transcurso de nuestras vidas. Como la falta, a veces absoluta, de racionalidad en nuestras operaciones comerciales, condicionadas por nuestras emociones, casi en estricta relación a la inversión efectuada. Obviamente nadie quiere reconocer tales garrones, ya que quedaríamos como imbéciles. Los espejitos de colores siguen vigentes y no precisamente para los indios... Envase, ubicación en góndolas, mensajes distorsionados, omisiones intencionadas, consejos de amigos (las cosas que uno a comprado por estos), etc. En fin, debemos aceptar que quien vende no-asesora, te “engancha”.  Es decir, bastante antes de que se hicieran tales trabajos científicos que devinieron en el premio. Siempre he afirmado que no se puede entender como una disciplina científica como la economía, de la cual parece que dependa el planeta, se sustente en principios que no le competen a la misma: confianza, estados emocionales, racionalidad, más cercanos a las ciencias que estudian al hombre. Aún las limitaciones en este campo, su evaluación sería más certera que los usados por los economistas. Asimismo varias veces los gurúes en tal metier afirman públicamente que no pueden predecir, sino analizar productivamente lo sucedido con los múltiples y eficaces recursos que provee la ciencia económica para tal objetivo. Ratificado esto en el Foro Económico Mundial de Praga en el 2000, que graciosamente expuso uno de sus principales oradores. Sería como si el mecánico nos explicara en el nosocomio, o en el cementerio a nuestros deudos, las causas por las cuales chocamos con nuestro automóvil a su cargo profesional...

En fin, cuando se aplican los paradigmas que rigen tal saber científico y que se tornaban en inesquivables en los 90, tampoco dieron resultado. Los políticos que no se ajustaban a tales designios eran penalizados por los gurúes internacionales en la materia. Ergo, no recibir ayuda de los centros financieros internacionales y comprometer a sus ciudadanos. El fracaso de los modelos populares, nacionales o de izquierda en el siglo precedente, más aún con la caída del muro de Berlín, otorgaron a los parámetros neoliberales el carácter de ineluctables. Pensar que el triunfo de los opuestos determina que el restante sea "la verdad", es una necedad. Igualmente, pasar del todopoderoso estado al fundamentalismo de mercado. Lamentablemente la década del 90 demostró lo inexacto y gravoso de los postulados que conformaron el Consenso de Washington. Una receta for export estandarizada para países en vías de desarrollo, que obviamente no respondía a las particularidades de cada uno de los países involucrados. Y dado que no soy un experto, si no lo medimos por su marco teórico, su aplicación fue deficiente, lo cual lo torna indefendible y grave. Así tenemos que aún el crecimiento registrado, su distribución fue tan desigual que aumentó los niveles de pobreza preexistentes. En mi país, el famoso derrame pronosticado se hizo realidad... Cuando se llegó a niveles insostenibles del deterioro operado en la estructura productiva del país, el desempleo, los niveles de consumo, la abrupta caída de la recaudación fiscal y el déficit consecuente, producto de las imposiciones del FMI - fundadas en el aludido Consenso- se produjo el ansiado derrame: de pobreza. Los argentinos podemos asegurar que la teoría del derrame es valida, pero restringida a la miseria no así a la riqueza. Costará muchos años de esfuerzo para reparar tanto daño...

 Asimismo resulta incomprensible la disparidad de recetas que utilizan en sus países, con relación a los subdesarrollados. Ante la menor crisis en el primer mundo, recetas keynesianas que impiden un deterioro y bajas de tasas de interés para que se invierta en producción y no en especulación. Protección de sus mercados. A los subdesarrollados restricciones presupuestarias y tasas altísimas, con liberación de mercados.  Por suerte muchos gurúes en la materia, fundamentalmente las nuevas generaciones provenientes del ámbito académico – Krugman, Stiglitz - resaltan tales contradicciones y abogan por soluciones acordes a las necesidades de los países que se pretendan socorrer. Que no respondan a los intereses de los grandes conglomerados financieros de los países centrales, que mayoritariamente gerencian los organismos de “ayuda” internacional, como el FMI, BM, o cualquier otro de menor envergadura.  Estos organismos fueron creados luego de la última guerra mundial, con Keynes a la cabeza, para auxiliar financieramente a los países con problemas, ya que esto repercutiría en todo el planeta, incluyendo a los desarrollados, por lo cual pondrían el dinero para subsanar tal desequilibrio. El Banco Mundial se encargaría de financiar proyectos dirigidos a subsanar la pobreza en donde existiera. Tales propuestas fueron avaladas por los grandes, producto de un doble mensaje. Por un lado no podían dejar de reconocer los fundamentos intelectuales keynesianos y los morales de socorrer a otros congéneres, so pena de ser cuestionados por ello. Pero simultáneamente resultaba un colosal negocio tanto para ganar dinero como trabajo para sus gurúes, actuando estos como guardianes del sistema que les da de comer, aunque sea con las migajas del banquete mayor.

¿Tenemos idea del negocio que implican las interacciones de los expertos tramadas en siglo pasado? No estoy hablando de las transacciones comerciales que implican el ejercicio de su profesión, sino de los intercambios humanos relativos a estudios, investigación, cargos desde ejecutivos a otros de cualquier naturaleza, incluyendo los de los sistemas educativos afines, etc. Reconocer lo endeble de la cimentación de su ciencia implicaría un desastre en tal tramado, pacientemente organizado, devenido en ese discurso homogéneo - cada vez más inconsistente- que se mimetiza con el concepto de globalización. Obviamente extensivo a cualquier campo donde existan personas en interacción, que impliquen intereses conexos. La preservación de éstos entre los miembros será primordial para su beneficio, independientemente de sí sus principios ideológicos son sostenibles o fueron superados por la realidad. Siempre prevalecerá esa tendencia al resguardo del beneficio que se obtiene, fundamentalmente de aquellos actores que usufructúan el mismo.  Pero simultáneamente el discurso para justificar tales conductas se debilita frente a las fisuras que presenta el mismo, chequeados ante las experiencias cotidianas que lo contradicen. Quienes objetan, pretenden ganar espacios de poder que ostentan los que tienden al mantener el statu quo fijado. En fin, los estudios psicológicos nos indican la natural tendencia de mantener aquello a que adherimos o nos fue impuesto o asignado, probado como eficaz en determinados lapsos, cuestionados con razón al presente. A nadie le resulta fácil cambiar su “mochila”, cuando esta le ha dado resultados individuales satisfactorios, tanto sea en lo material como en su coherencia ideológica, tomada – o no- de otros. Mayoritariamente los hombres nos adaptamos a las reglas de juego en las cuales nos desarrollamos, hasta tanto su cuestionamiento torna insostenible a las mismas. Obviamente este “cambio” es un proceso temporal que conlleva periodos extensos, que en nuestra era serán cada vez menos, dado el vertiginoso fluir de la información. Quienes cumplen el rol de cuestionadores, válidos, actúan como los viejos exploradores del siglo 19, pero en vez recorrer el espacio, transcurren en el tiempo, con la misma sed de indagación. Es decir hacen prospección, poseen y analizan la información circulante que genera pautas de conductas estándares en determinada coyuntura, rastrean otra información no disponible en general, que objeta a la vigente y actúa como disparador de la investigación, pero de mayor grado de veracidad que la utilizada e infieren consecuentemente otras conclusiones que empiezan a circular. El grado de validez de las mismas determinará si se impondrá o no. Un proceso cíclico, sinuoso, muchas veces cruento al luchar contra los intereses dominantes, que hace a la historia humana y el germen de su evolución. Obviamente ésta no es simple y lineal, sino con avances y retrocesos que muchas veces generan dudas de los coetáneos a tales tortuosos procesos, dado que tal coexistencia impide tomar distancia y tener una perspectiva adecuada.

 

Retomando el plano económico, el reconocimiento de la existencia de sujetos interactuantes poco racionales, en los que prevalecen sus estados emocionales, conforman el mercado.  Ergo, nos indica lo incongruente que implica dejar en manos de aquel las definiciones que afectan al conjunto. El mercado se rige por el aquí y ahora, no puede responder por el mediano y largo plazo, vinculado a la racionalidad. Es decir competencia de aquellos que deben velar por el bien común: los dirigentes políticos. Estos y los economistas dejan mucho que desear, Dios nos guarde. Cualquier teoría para ser valida, siguiendo el método hipotético deductivo, consiste en generar una hipótesis, que ulteriormente sea comprobada fehacientemente como compatible a la misma, en las múltiples circunstancias que se da tal hipótesis. Las fallas de tales inferencias nos indican lo endeble de tal teoría, que requiere una revisión o ser desechada. Convengamos que esto es relativamente “fácil” en las ciencias exactas y naturales, no así en las ciencias sociales, cuyas limitaciones en su capacidad de experimentación nos deparan grandes sorpresas y su invalidación puede llevar siglos...

 

En definitiva, demasiadas grietas en una ciencia que ha sustentado al capitalismo, a expensas del sufrimiento de los habitantes del planeta Tierra, ya sea en lo monetario o en su calidad de vida. Muy poco es lo que se ha hecho para mejorarla cuando es posible, proveyendo salud y educación para revertir tal situación, como expusimos en el anexo I del apéndice. Es más, el mayor aporte sería invertir en investigaciones multidisciplinarias en materia económica que impliquen una visión global, incluyendo las limitaciones en el conocimiento científico en los estados emocionales y los niveles de inteligencia de los humanos, en definitiva consumidor y componente esencial del mercado. Sin excluir el resguardo del hábitat frente al desarrollo económico. Los avances científicos en todas las ciencias permitiría llevarlo a cabo con altas probabilidades de hallar respuestas positivas para el planeta, solo falta la decisión política de los grandes del grupo de los 7  ( G 7 ú 8). Lamentablemente, de solo pensar en Bush, Berlusconi, Putin, deberemos esperar...

 

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