Grietas del
Capitalismo |
Recientemente asignaron el premio Nobel de
economía a un psicólogo, cuyos trabajos en equipo con otros economistas
demostraron lo cuestionable de las interpretaciones vigentes hasta el presente,
sobre la racionabilidad del individuo en sus transacciones económicas. Hasta
ahora para los economistas se suponía que un sujeto actuaba en extremo
analítico al efectuar las mismas, garantizando cada uno de sus actos a los efectos
de lograr para si los mayores beneficios. Quienes emergen de las ciencias
sociales sabemos que tal argumentación era falaz, con solo observar nuestra
propia conducta, allegados y consumidores en general en el transcurso de
nuestras vidas y la falta, a veces absoluta, de racionalidad en nuestras
operaciones comerciales, condicionadas por nuestras emociones en estricta
relación a la inversión efectuada. Obviamente nadie quiere reconocer tales
garrones, ya que quedaríamos como imbéciles. Los espejitos de colores
siguen vigentes desde Colón... Envase, ubicación en góndolas, mensajes
distorsionados, omisiones intencionadas, consejos de amigos (
las cosas
que uno a comprado por estos), etc. En fin, “El que vende no asesora”,
te engancha. Es decir, bastante
antes de que se hicieran tales trabajos científicos que devinieron en el
premio. Siempre he afirmado que no se puede entender como una disciplina
científica como la economía, de la cual parecería que dependiera el planeta, se
sustente en principios que no le competen a la misma: confianza, estados
emocionales, racionalidad, más cercanos a las ciencias que estudian el
hombre. Asimismo varias veces los gurúes en tal metier afirman
públicamente que no pueden predecir, sino analizar
productivamente lo sucedido con los múltiples recursos que provee la ciencia
económica. Ratificado esto en el Foro Económico Mundial de Praga en el 2000,
que graciosamente expuso uno de sus principales oradores. Sería como si nuestro
mecánico nos explicaría en el nosocomio o en el cementerio a los
deudos, las causas por las cuales chocamos con nuestro automóvil a su cargo
profesional...
En definitiva, parece mentira que la suprema economía
depende de factores que hacen a la conducta
humana, la cual no tiene nada que ver con lo que se estudia en sus respectivos
centros de investigación ¿ Tienen idea del
negocio que implican las interacciones de los expertos tramadas en este siglo? No
estoy hablando de las transacciones comerciales que implican el ejercicio de su
profesión, sino de los intercambios humanos relativos a estudios,
investigación, cargos desde ejecutivos a otros de cualquier naturaleza,
incluyendo los de los sistemas educativos afines, etc. Reconocer lo endeble
de la cimentación de su ciencia implicaría un desastre en tal tramado,
pacientemente organizado, devenido en ese discurso homogéneo - cada vez más
inconsistente- que se mimetiza con el concepto de globalización. En
términos llanos, entre bomberos no se pisan la manguera. Obviamente extensivo a
cualquier campo donde existan personas en interacción, que impliquen negocios
conexos. La preservación de éstos entre los miembros será primordial para
su beneficio, independientemente de si sus principios ideológicos son sostenibles
o fueron superados por la realidad. Siempre prevalecerá esa tendencia al
resguardo del beneficio que se obtiene, fundamentalmente de aquellos actores
que usufructúan el mismo. Pero
simultáneamente el discurso para justificar tales conductas se debilita frente
a las fisuras que presenta el mismo, chequeados ante las experiencias
cotidianas que lo contradicen. Quienes objetan, pretenden ganar espacios de poder
que ostentan los que tienden al mantener el statu quo fijado. En
fin, los estudios psicológicos nos indican la natural tendencia de mantener
aquello a que adherimos o nos fue impuesto o asignado, probado como eficaz en
determinados lapsos, cuestionados con razón al presente. A nadie le resulta
fácil cambiar su mochila, cuando esta le ha dado resultados individuales
satisfactorios, tanto sea en lo material como en su coherencia ideológica,
tomada – o no- de otros. Mayoritariamente los hombres nos adaptamos a
las reglas de juego en las cuales nos desarrollamos, hasta tanto su
cuestionamiento torna insostenible a las mismas. Obviamente este “cambio”
es un proceso temporal que conlleva periodos extensos, que en nuestra era serán
cada vez menos, dado el vertiginoso fluir de la información. Quienes cumplen el
rol de cuestionadores, válidos, actúan como los viejos exploradores del
siglo 19, pero en vez recorrer el espacio, transcurren en el tiempo, con la
misma sed de indagación. Es decir hacen prospección, poseen y analizan
la información circulante que genera pautas de conductas estándares en determinada
coyuntura, rastrean otra información no disponible en general, que objeta a la
vigente y actúa como disparador de la investigación, pero de mayor grado de
veracidad que la utilizada e infieren consecuentemente otras conclusiones que
empiezan a circular. El grado de validez de las mismas determinará si se
impondrá o no. Un proceso cíclico, sinuoso, muchas veces cruento al
luchar contra los intereses dominantes, que hace a la historia humana y
el germen de su evolución. Obviamente ésta no es simple y lineal, sino con
avances y retrocesos que muchas veces generan dudas de los coetáneos a tales
tortuosos procesos, dado que tal coexistencia impide tomar distancia y tener
una perspectiva adecuada.
Retomando el plano económico, el reconocimiento de la
existencia de sujetos interactuantes no tan racionales, en los que
prevalecen sus estados emocionales, que en definitiva representan el mercado,
nos indica lo incongruente que implica dejar en sus manos las
definiciones que afectan al conjunto. Este así se rige en el aquí y ahora,
no puede responder por el mediano y largo plazo, vinculado a la racionalidad.
En cuanto a la famosa mano invisible del mercado, no sería más razonable
considerar la miopía del ojo humano en su nivel de conocimiento actual.
Tal invisibilidad
sería como creer que la magia es verídica por no poder detectar el truco
del ocultista. Algo así como que al no registrar una
balanza el peso de una pulga, ésta no lo tuviese. Obviamente, nos deberemos
remitir al instrumento de medición que lo haga posible ( hoy existe, en el siglo pasado no... las pulgas siempre). Sumémosle los trascendentes estudios de Helena Cronin,
cientista social que dedicó su vida a estudiar a DARWIN, concluyendo que la
utilización de su teoría en materia económica es errónea ( expuesta en Davos, 1999). La supervivencia del más apto
es un proceso diacrónico, no sincrónico como pretendían imponer
los fundamentalistas del mercado. Los asesinos naturales - emergentes
equívocos del pensamiento darwiniano- están en los cerebros humanos no
en la de los más inteligentes animales, que hasta tienen en sus seres
superiores mecanismos de inhibición para no destruirse entre ellos, actuando
cooperativamente.
En definitiva, demasiadas grietas
en una ciencia que ha sustentado al capitalismo, a expensas del
sufrimiento de los habitantes del planeta tierra. Muy poco es lo que se ha
hecho para mejorar la calidad de vida de los mismos cuando es posible,
proveyendo salud y educación para revertir tal situación. Es más, el mayor
aporte sería invertir en investigaciones multidisciplinarias en materia
económica que impliquen una visión global, incluyendo las limitaciones en el
conocimiento científico en los estados emocionales y los niveles de
inteligencia de los humanos, en definitiva consumidores y componente esencial
del mercado, como el resguardo del hábitat. Los avances científicos en
todas las ciencias permitiría llevarlo a cabo con altas probabilidades de
hallar respuestas positivas para el planeta, solo falta la decisión política de
los grandes del grupo de los 7 ( G
7). Lamentablemente, de solo pensar en Bush y Berlusconi deberemos esperar...
(Solidaria
e Idónea), Aportes e interrogantes
ciudadanos 25 de octubre de 2002 -
Número
028 www.redsoleido.com.ar Francisco
Alberto Scioscia