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Asistencia alimentaria ya ¡! |
Cuando escribí el
artículo que aludía a la asistencia social en la emergencia, 31 de enero ppdo., eran otras épocas.
Ni se habían disparado la inflación ni el dólar, como tampoco se había
implementado el plan de ayuda social vigente.
No evalué estas variables, tanto por no ser economista e impulsarme
vergüenza ajena de estos políticos que nos gobiernan y generaron este desastre
nutricional que hoy se muestra en chicos cuya edad corresponde a la gloriosa
era menemista. Evidentemente quede corto en mis propuestas, pues el problema
excede al hambre, agravándolo. Si uno vive en el segundo cordón del conurbano
bonaerense y se impresiona de los casos de desnutrición que se ven en las
escuelas en un número inusitado, pierde de vista que los padres que mandan a su hijos a la escuela pública con tal fin, perciben tales
carencias. Es decir, tienen conciencia de sus dolencias y tratan de
que en la medida de lo posible se revierta parcialmente.
Pensemos en Jesús, el niño
tucumano fallecido días atrás y los
otros tantos esparcidos por el noroeste Argentino ¿ Cómo
puede explicarse que un progenitor permita el nivel de degradación física de un
hijo? Resulta evidente que la conflictiva los incluye drásticamente. Si
hasta tenían asignado un bolsón de comida por un plan alimentario y no fueron a
retirarlo. Ni hasta el más gorila de los argentinos se atrevería a ejercer una critica a la actitud de padres y vecinos, los excede.
Tanto a los potenciales críticos como a los allegados signados en la mayor de
las desnutriciones: no tener recursos culturales y quienes se los provea.
Asusta, las victimas son desvalidos.
En el conurbano bonaerense y en la mismísima capital, no creo que llegue a
exhibirse a un niño con esas carencias pues cualquier hijo de vecino lo
denunciaría para su corrección. Pero sus secuelas no visibles, que
pueden sortear la vida misma en lo inmediato, la sufren y pagaran caras en
su futuro.
¿Con qué criterio se determina que darle el dinero en efectivo a los jefes de hogar es garantía
de llevar el plato de comida y la calidad del mismo para lograr un mínimo
nutricional? No solo se debe salvar el obstáculo de los intermediarios sino del propio
jefe de familia que puede fallar en sus criterios para la utilización del
exiguo dinero. A quien se le puede ocurrir utilizar el mejor de los incentivos
– efectivo, aunque sean bonos- para los ladrones de siempre, en todos
sus niveles: desde el subpuntero al ejecutivo.
Es como repartir fósforos entre los piromaníacos. A
quien se quejaran los hijos de esos jefes de hogar si no les llega en
alimentos, cualesquiera fuere la causa.
Mi
alusión a la asistencia directa apuntaba a cubrir lo esencial en lo cotidiano: una
correcta alimentación sin excepciones, lejos de la intervención existente.
Léase municipios, mucho mejor si querían colaborar. Como dice el Ing. Huergo en Clarín Rural: es obsceno que siendo
el primer productor mundial de alimentos per cápita se registre tantos
argentinos desnutridos. Evidentemente la estructura pública no es la ideal para
hacer factible una distribución no solo eficaz sino eficiente y el plan
pergeñado por los hombres de campo donando SOJA – transformable en jugo,
leche y sólidos bastante pasables al gusto -exigía una colaboración fiscal
de coordinación y legal que distorsionaría el proyecto. Alguno dirá que soy un
desubicado aludiendo a lo de instalar carpas como centros de alimentación,
encareciendo el gasto. Puede ser, siempre me quedo grabado el modelo Coqueluche
y la descontaminación posible de los intermediarios politizados, pero ese
no era el concepto nuclear sino la asistencia sin dilaciones para
no llegar a ver en los medios notas tituladas como “ El
hambre ahora golpeo en ...” supongo que omitieron “encomillar”
ahora pues sino es un chiste y de mal gusto. Sigo insistiendo en los términos del
artículo, recurriendo a voluntarios, Caritas, Red Solidaria,
Una última reflexión. Cuando la ciencia
comenzó a renacer, luego del oscurantismo precedente,
DESPERTEMOS, YA SE PERDIO MUCHO TIEMPO Y VIDAS. Aunque sea difúndalo...
Número 031
del 18 de noviembre de 2002. Francisco Alberto Scioscia .
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