¿Cuál sería el parámetro para juzgar el nivel

de madurez de una sociedad ?

              

Desde luego conformar una REPÚBLICA DEMOCRATICA estable, como podríamos considerar haber alcanzado en estos últimos treinta y tres años, desde la restauración ininterrumpida del sistema democrático, con los altibajos sufridos. Tenemos las formas institucionales respectivas, pero estamos lejos, muy lejos de alcanzar un nivel de perfomance aceptable de las mismas. Ya hemos aprendido de diversas formas de ser gobernados: desde un florecer democrático con el radicalismo, encarnado en un líder ( Raúl Alfonsín) que tuvo el coraje de enfrentar – y nada menos que juzgar- a las juntas militares, poseyendo estas aún las armas en sus manos (un valor que lamentablemente parece haber perdido nuestra dirigencia politica al presente,). Otro, Menem, que tiene en su haber dominado la hiperinflación, con recetas ortodoxas que nos mantuvieron en estado de suspensión económica y moral. Creo que la alianza no merece comentario alguno (indefendible), llevándonos a la mayor crisis nacional. De la desidia pasamos a capear el temporal razonablemente- aunque a muchos aun le duela haber perdido dólares- con un gobierno elegido por la Asamblea Parlamentaria ( Duhalde), que superado por la realidad llamó prontamente a elecciones desembocando en la variable peronista del kirchnerismo, del cual aludí negativamente en mis aportes precedentes (L), dejando un estado en situación lamentable, tanto en lo económico- sin llegar a la hecatombe 2001/2- , como en lo administrativo devastando la documentación precedente, vinculado no solo a la malicia militante sino también a la estela de corrupción inagotable ( sí que fueron por todo). Como muestra un botón: la provincia de Buenos Aires (37% del PBI nacional, recibió al traspaso del 10 de diciembre ppdo. en sus arcas menos de 20.000 dólares), lo cual huelga cualquier comentario. Jamás pude entender como un militante – primero la patria, luego el movimiento- pudiese accionar perjudicando a otro gobierno elegido por el pueblo, so pretexto que teóricamente seria funesto para el total de la población (que lo eligió, demencial); actos que encubrían casos de corrupción, presuntos pero demasiados palpables dada las pruebas y “vistas” acumuladas.

Este nuevo gobierno en su “pasantía” hacia un control de la gobernabilidad, aunado a una deteriorada prensa mediática opositora que no puede digerir la derrota, y otra, otrora opositora, que intenta buscar argumentos que lo despejen de ser considerados oficialistas, resultando sobreactuada y a veces patética, conllevan a un discurrir incierto. Insisto que debemos aun dar crédito a Cambiemos hasta que regularicen las variables económicas que les permita imponer su supuesto plan desarrollista, lapso  crediticio  que dependerá de los bolsillos de nuestros ciudadanos, que cuanto más flacos merma la confianza en la nueva Alianza que nos gobierna…

Supongamos que el plan aludido da los resultados anunciados: creación de empleos de calidad, infraestructura, nivel económico aceptable (de menor a mayor), mejoras en salud, educación y justicia (que paguen los corruptos), podríamos decir que encarrilamos a nuestro país hacia un sendero razonable. Y cuando menos lo pensemos y vuelva alguna crisis – sea interna o externa – nos volverá al nivel natural de inmadurez institucional que somos como país (el de las últimas décadas) ¿ No hay solución?, si por supuesto. Un sistema republicano se basa en la división de poderes, su articulación coherente sin perder su autonomía (  K  ), pero fundamentalmente la idoneidad y probidad de sus funcionarios. Como humanos, y esto es un factor trasfronteras, todavía emergen dirigentes que están lejos de responder a las demandas ciudadanas, y aun así los votan (Trump). Al presente, en nuestro país tenemos un mix de CEOS, con poca experiencia en el “reino del todo es posible” y políticos que responden a los patrones estándar (algunos sin el expertise necesario, y otros juegan por compensaciones políticas…). Hasta el presente su accionar gubernamental no está, o ¿ estaba?, puesto en tela de juicio: Panamá de por medio, a consideración de la justicia, que remonta a décadas pasadas. Y la primera prueba de inoperancia fue el tarifazo gas/luz/agua. Anunciado un porcentual máximo se disparó sin control. Cuanto costaba hacer una simulación previa a remitir las facturas, controlando si superaba el máximo porcentual anunciado (p.e. los 700% de luz…, CEOS lejos de la gestión y más cerca de la inoperancia). Esto paso con De Vido por el 2008 produciendo igual desastre y la vuelta atrás de las subas. Sin diferencias, igual impericia. Indefendible. Parece “mentira” que con la capacidad de almacenamiento actual de las computadoras no pueda cruzarse un padrón definitivo/actualizable de la sociedad registrada en blanco, vía ANSES/Instituto de previsión provinciales/Afip, Registros Nacionales y provinciales de las personas, testeando capacidad de pago según ingresos/bienes, y recabar información de excepciones por DDJJ, debidamente verificadas por estudiantes universitarios en materias afines como un aporte voluntario en trabajos de campo. Adicionemos un relevamiento empresarial general con indicación del porcentual de incidencia de las tarifas, por supuesto verificable; asimismo clubes, ONG sociales, cooperativas/mutuales (hay registros informáticos de los entes enunciados en organismos oficiales). En síntesis, imaginación (léase software adecuado), productividad y voluntad politica conjugadas. Muchas veces los argentinos parecemos un país bananero, pero lo somos, no por deficiencias de recursos –humanos y tecnológicos- sino por una clase dirigente de cuarta. Es hora de demostrar que podemos dejar de ser calificados en tal categorización (merecida por supuesto…)

Tendremos que esperar el resultado del mix aludido, transitar esta “pasantía”, para hacer un juicio valedero (no tengo la capacidad de vislumbrar su futuro, hay demasiados factores convergentes para ello) . Pero la solución exige un plan de largo plazo, dado que debemos luchar en las fallas del factor humano y las posibles herramientas con las que contamos para compensar tales falacias. Presumiblemente no sea el momento oportuno para encarar un plan gubernamental que fortalezca en lo inmediato la tan mentada y anhelada institucionalidad acorde a las demandas de una sociedad afín al siglo 21. Pero el futuro se construye desde los actos del presente. Debe iniciarse una profunda planificación que defina quienes son idóneos y probos para el desempeño del rol del funcionario público, en los poderes del estado. Léase: funcionarios políticos, de carrera y magistrados. Y someter a los actuales a tal calificación, una vez definido el perfil aludido (aunque nos lleve un buen tiempo hacerlo). Debe ser consensuado por los partidos políticos y plebiscitado por la sociedad, y ajustado en forma permanente para perfeccionar los mecanismos que se instrumenten y que la realidad defina. Debemos destacar que actualmente hay cargos vitalicios en la función pública (magistrados, empleados de carrera, fiscales), aunque parezca feudal no sería un inconveniente (no obstante sería factible un periodo razonable). Algunos defienden tal prerrogativa, aduciendo que tal inamovilidad les permite actuar con independencia del poder gubernamental de turno. Factor considerablemente razonable, pero poco demostrado. Lo inadmisible es que los organismos de control de los mismos funcionen paupérrimamente u otros se remitan a sumarios generalmente politizados (léase inútiles), dado que finalmente gran parte de la culpa del delito investigado emerge de la conducción del propio organismo público… (por omisión o impericia).

Dícese que un sistema republicano debe incluir mecanismos de control entre su poderes para que ninguno se exceda en su accionar público y que fundamentalmente resguarde al ciudadano de los excesos del poder respectivo. Tal principio nos llevaría a concluir que el PODER JUDICIAL es la herramienta más adecuada para establecer un orden justo y maduro al cual anhelamos alcanzar como sociedad. Ello implica, insoslayablemente, controlar a los funcionarios electos, y los propios miembros del poder judicial, través del CONSEJO DE LA MAGISTRATURA o Audiencias/Jurys del Ministerio Público, o por el SENADO DE LA NACION cuando le competa. En cuanto a los de carrera, por otro poder al PEN, tal otro consejo parlamentario para ellos. En otras palabras, denuncia, consistencia y juzgar en el acto (no después de años).

Todo artículo tiene un disparador: escuchaba atónito como un constitucionalista de prestigio detallaba situaciones que en las últimas décadas han sido naturalizadas por la ciudadanía en general, concomitante con sus bolsillos semis-llenos que les permiten algunos placeres efímeros, con segura fecha de vencimiento (hoy, quizás…). Evidentemente actuamos como si los hechos que acontecen en nuestro presente no nos afectarán en nuestro futuro, el cual seguramente, será – y es- sombrío y retaliativo sin lugar a dudas…

Aquel constitucionalista y quien suscribe, rememorábamos hechos inadmisibles: jueces que prohíben que los nombren y los gasten los afectados, sin mella alguna para ambas partes; la mayoría automática de la era menemista; ministro de la corte alquilando sus propiedades para burdeles; los injustificables patrimonios de muchísimos jueces federales; el papelón del fallido y patético enjuiciamiento al denunciante Fiscal Campagnoli; el procesamiento por encubrir a Lázaro Báez de un fiscal, argumentando públicamente su patético descargo; la acusación de jueces venales, transformados mágicamente en liebres, luego del cambio de gobierno y la exposición pública del video contando billetes de dólares/euros en pleno cepo cambiario, a potenciales imputados/procesados; y miles de factores desconocidos para la sociedad en otros fueros. La corrupción es inherente al ser humano, pero también el control de los actos que deben ejecutarse con responsabilidad y trasparencia. Y ELLO ES POSIBLE, CON VOLUNTAD POLITICA  E INTELIGENCIA( insoslayables).

 

Gracias por su atención.

 

Francisco Alberto Scioscia                                                      

 Aportes e interrogantes ciudadanos, 051 junio de 2016                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

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