Definir la idoneidad implica interrelacionar
nuestras cualidades intelectivas y emocionales, como su
ejercitación en una actividad especifica. De tal conjugación emergerá el grado que
habremos alcanzado en nuestro metier. Tal nivel dependerá no solo de los
factores que hemos aludido, sino de la consideración de los otros en
avalar tal nivel. En otras palabras, constituir un ajuste a nuestra realidad
que nos circunda y condiciona. Del conjunto interrelacionado de tales factores
surgirá un balance que califica nuestro desempeño en la actividad en la cual
hemos incursionado. De tales precisiones podríamos inferir que es una
construcción de mayor complejidad, que evidentemente supera el nivel de
conocimiento científico alcanzado al presente en las ciencias que tienen como
objeto el estudio del hombre. Más aún que los factores intervinientes sé
interrelacionan, obstaculizando aún más la dificultad en su comprensión. Diría
que es el proceso de mayor trascendencia como humanos, tanto en lo personal
como en el ámbito social, por ende su nivel de complejidad. Ampliemos tales
consideraciones:
Tomando los parámetros expuestos, el nivel de idoneidad
que alcancemos cualesquiera fuere o fueren nuestras actividades, estará signado
por nuestro desarrollo emocional y el uso que hagamos de nuestros recursos
intelectuales (CI). Sobre éstos no esta aún definido con
certeza si son heredados y/o adquiridos. Mi experiencia me inclina a pensar que
pueden considerarse genéticamente dados y desarrollados en nuestro devenir. Es
decir sin su ejercitación resultarían escasamente productivos para el sujeto,
pero prevalece el don heredado. Inversamente estimo su inteligencia
emocional (IE). La misma esta condicionada fundamentalmente por
nuestro desarrollo emocional infanto-adolescente, con algunos factores
posiblemente heredados, de relativa incidencia, como ser el temperamento, etc.,
que determinaran nuestra peculiar forma de vincularnos con el mundo. Uno de los
pocos autores que han incursionado en el tema, Daniel Goleman, afirma
que la inteligencia emocional (IE) tiene una mayor gravitación en
nuestro desempeño que nuestro nivel intelectual (CI). Éste esta
condicionado al uso que le demos y eso lo rige el campo emocional:
perseverancia, capacidad de postergación, dedicación, timing son factores que
determinaran satisfactoriamente, o no, nuestra perfomance. Tales
factores madurativos permitirán un despliegue oportuno de nuestros recursos
intelectuales. La experiencia humana nos indica que cuanto mayor dominio de
nuestras emociones en el momento de operar, mejor será el resultado obtenido en
la acción en la cual estamos involucrados. Asimismo tenemos que considerar que
nuestro bagaje general se conformará con la calidad de las experiencias
suscitadas en nuestra vida. Cuanto más apropiadas sean las mismas a nuestro
metier, implicará un mayor enriquecimiento de nuestras habilidades intelectivas
y emocionales. Estas habilidades en el transcurso de su desarrollo exigen una evaluación
de los otros que confirman o no que nuestro accionar es productivo. Obviamente
tenemos una autopercepción personal que exige ser constatada con la opinión de
los otros. La concordancia de nuestra percepción interna con la externa,
cerraría coherentemente nuestro nivel de idoneidad. En decir lograr el SER
IDÓNEO en nuestro metier, “no hacer de...”. Consustanciarse con su
actividad, SER no parecer, hace la diferencia.
Los humanos usamos como
instrumento preferencial de medición de la idoneidad a los logros producidos.
Convengamos que no hay otro recurso por el momento y bastante controversial por
la subjetividad implícita, exigiendo por lo tanto cierto grado de consenso.
Construcción temporal ésta que exige una calificación no solo cualitativa, sobre
los productos generados, sino cuantitativa por distintos evaluadores en
determinado lapso. Así determinamos quien consigue ser considerado idóneo,
quien aún no y el estado de dominio sobre su actividad especifica parcialmente
evaluada, base para ingresar a un nivel superior. Así en nuestros comienzos
pasamos de aprendiz, a oficial júnior, senior, etc. En fin Ser idóneo, fuere cual fuere el
nivel alcanzado, es un logro trascendente para los humanos dado que
compatibiliza adecuadamente nuestras habilidades emocionales e intelectuales,
acorde a sus potencialidades. Extendámonos en este aspecto, vinculado a la
afirmación precedente de la trascendental importancia de la idoneidad en
las personas:
4.2
Ser Idóneo y vida afectiva.