2.    INDIVIDUALISMO Y CAPITALISMO

 

El individualismo fomentado es coherente con nuestro escaso desarrollo emocional, proclive al accionar egoísta, inherente de nuestra infanto-adolescencia. Edward BACH - terapeuta floral- cirujano, bacteriólogo e investigador homeopático, afirma que la evolución del ser humano esta estrictamente vinculada al desarrollo de sus emociones (adhiero), a la cual apunta su eficaz tratamiento, avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y experiencias personales que lo corroboran ( mi cónyuge es psicóloga y terapeuta floral). El egoísmo nos conduce a la falta de participación, impulsando y reafirmando que el único camino es una salida individual, habitualmente a costa de otros. Generalmente estas actitudes individuales son retaliativas, interna y externamente: como culpa propia indefinida, es decir no percibida como tal, o “venganza” directa o indirecta de los afectados.

El ámbito educativo es también influenciado por este ensalce del individualismo, coherentemente con los patrones egocéntricos predominantes. Consecuente y generalmente no fomenta en forma adecuada, aunque lo intenten, la coparticipación ni la inserción comunitaria, signándonos el camino hacia nuestro desarrollo personal en el ámbito laboral. Contradictoriamente en las organizaciones empresariales modernas se fomenta un sentido de pertenencia a la misma – más productiva para su negocio- como el trabajo en equipo, que nos remite a una conducta grupal alejada de lo individual. Nuestros jóvenes, condicionados a ese individualismo propugnado y coherente al mismo, actúan renuentemente a tales propuestas como a dar lo mejor de sí mismo en el ámbito que se desarrollan. He tratado de convencer a mis hijos que lo hagan, aunque sea considerando que esa inserción positiva sería para su propio beneficio ( desarrollo personal) y no para quien dependen circunstancialmente, sin éxito... Algunos, los más novatos y/o cándidos, pueden aceptar tal invite a actuar en equipo, pero luego de otras experiencias en el mismo ámbito propias o de otros compañeros, se percatan de lo inútil de tal accionar, disparando el simulador (“hacer como que...”).

 2.1  Las condiciones laborales en el capitalismo: Su evolución al presente.

   Quien haya trabajado en organizaciones de cualquier naturaleza, puede percibir las falencias propias de la misma. Pueda o no lograr captar las causas, pero seguramente no logran dejar de observar y/o padecer sus defectos. Todas las teorías modernas de organización han captado las falencias registradas en las mismas insertando correcciones que transitan de un modelo formal piramidal de los siglos precedentes (básicamente industrial), hasta las actuales constituidas en equipos interactuantes participativos, intracoordinados hacia los objetivos empresariales. El modelo piramidal-formal genera en las estructuras conductas poco propicias para la calidad de vida de sus miembros, que repercuten en los niveles de productividad empresarial, corroborado esto por las experiencias ulteriores cuando se migró a modelos más participativos y ventajosos (para los empresarios). Podría decirse que el modelo piramidal es propio del capitalismo, compatible a su esencia. Esta sustentada en la autoridad y su par imprescindible: la sumisión. Mientras tal par marchaba adecuadamente, el modelo funcionaba a la perfección. Desde el extremo de tener en pensionados a trabajadores solteros, dándoles vivienda y comida con un salario irrisorio, o simplemente se limitaba a un premio, igualmente paupérrimo, cuando salía del mismo, se impusieron otras formas que implicaban la supresión de la provisión de vivienda y comida, por un salario mayor que seguramente era inferior a los que demandaba como pensionistas. Es decir, se ganó en ingresos empresariales, perdiendo el “control” sobre los generadores de su plusvalía. Generalmente los factores para tomar una determinación en quienes tienen la posibilidad de instrumentarla, se conjugan y no precisamente tienen que ser favorables en su devenir para quienes la impulsan, cegados por factores emocionales inmediatos (léase ganar más money). Evidentemente para los humanos sometidos a ese tipo de opresión, era preferible su libertad que una evaluación económica de su encierro, que seguramente sería más conveniente con la casa y vivienda asegurada. Convengamos que socialmente no era muy justificable para los empresarios tal nivel de supresión de las libertades, más aún luego de la revolución gala de 1789, dado que tal forma no era compatible con tales principios. Así que tal liberación fue un “negocioempresarial. El encomillado alude al germen de un futuro cuestionamiento al modelo capitalista. Los obreros quedaron así librados del control autoritario directo de los guardias que controlaban el pensionado, que limitaban su capacidad de expresión e intercomunicación con sus pares...

 

El avance tecnológico implicó la paulatina y progresiva incorporación de técnicos descendientes de las clases dominadas, dado que la demanda superaba la oferta de los miembros de la oligarquía, aún renuentes al esfuerzo-trabajo, asociados aún con los niveles sociales inferiores. Por lo tanto se debió adecuar ampliando la base educativa, desde los niveles básicos hasta la profesional. Aunemos los medios masivos de comunicación. Estos incorporaron una visión externa independiente del referente familiar. Ambos factores fueron generando un cuestionamiento a tal modelo de autoridad-sumisión, cuya erosión se agudizo en la segunda mitad del siglo pasado, correlativamente al vertiginoso incremento técnico-profesional - y mayor educación respectiva- como la propagación de los medios masivos de comunicación. Pero no solo tal cuestionamiento, sumemos lo objetable de las conductas que emergen de una estructuración piramidal. En ésta los cargos de responsabilidad, sean cual fuere el nivel de los mismos, frecuentemente no son asignados a los que ostentan mayor idoneidad para tales obligaciones. Tal “incoincidencia” puede generarse en un error del sistema propio de la empresa o un acto deliberado de la misma, privilegiando intereses ajenos al nivel de idoneidad de los agentes. Tales intereses no solo son observados por los excluidos, tanto objetivamente por aquellos que tenían un apropiado nivel para tal cargo, como subjetivamente por aquellos que creían tenerlo. Inclusive para los cuadros inmediatamente superiores al mismo, que pueden tener voz pero no voto. Aunque estos podrían objetar tal nombramiento, implicaría un problema hacia su persona al poner en evidencia un error en tal inadecuada postulación de sus superiores, que podría serle retaliativa, subsanado con el silencio consecuente (independientemente si era correcta o no tal apreciación). En fin, una cadena de conductas en conflictos que se agudiza concomitantemente con la erosión sistemática del par autoridad-sumisión. Adicionemos el concepto de rivalidad propia de la competencia individual, bien vista originalmente dado el aserto de A. Smith de que la suma de los intereses individuales hace al bienestar general, trasportado a la unidad empresarial... En cuanto a las conductas solapadas que genera la asignación de cargos formales cuestionables, tenemos a la obsecuencia como reina. La aceptación como natural para el subordinado de la autoridad formal, implica que al ser él la autoridad, exigirá igual nivel de sumisión a sus subordinados. Le resultará inentendible quienes osen cuestionar su autoridad formal. Por ende, la arbitrariedad será su patrón resolutivo (ver ejemplo apéndice anexo II).

 

Asimismo las exigencias cotidianas obligan a aquellos que no tienen la capacidad apropiada para sus tareas a una sobreactuación para “hacer de...” (el rol asignado), denominado chambonaje, cuya definición semántica nos remite a quien hace torpe, o azarosamente bien, su trabajo. Ello genera conductas emergentes de tal falta de idoneidad, de ambas partes (jefe-subordinados): delegación inoportuna / inadecuada (alguien debe hacer lo que él no puede); el favoritismo consecuente ( todo se paga) y el exceso de atribuciones de los favorecidos... Odios, rencores, envidia, alcahuetería... Un "clima óptimo" para el desarrollo personal e incitación a otros incompetentes a su acceso a los cargos formales...

 

Generalmente los ideólogos de las reformas que se tornan inevitables son sujetos que han tenido una activa participación en organizaciones - ya sea como observador pasivo o activo- y perciben las fallas de las mismas, generando ajustes que permiten el crecimiento de la misma. El éxito o fracaso determinará lo correcto o no de sus concepciones. Podríamos aseverar que el accionar individual no es productivo a los fines institucionales, sí en grupo y participativamente. Esto implica el otro irreversiblemente, para actuar mancomunadamente como exige el management actual. Para lograr tan accionar conjunto se requiere que los miembros de los equipos de trabajo con fines determinados por los niveles gerenciales, estén debidamente motivados. Veamos un ejemplo de motivación de posguerra:

 

Otrora, luego de la irrupción de la URSS en el mundo, se intentaron modelos alternativos que pudiesen compatibilizar el capitalismo y comunismo, orientado a lograr niveles de motivación adecuados, ergo mayor productividad empresarial. Tal propuesta fue efectuada  por gurúes económicos aún vigentes, surgiendo la racional propuesta de cogestión obrero-patronal. Básicamente, se asignaba a los trabajadores un porcentual considerable de la rentabilidad de la empresa, que ataba razonablemente a los mismos a la suerte de aquella. Tal incentivo debería movilizar a aquellos a ponerse la camiseta empresarial, dado que compartirían las ganancias con el empresario inversor del capital. También la dirección de la empresa con participación minoritaria en el directorio. Una hipótesis que debería resultar viable, redundando en los niveles de productividad que se esperaba. Los idearios de tal modelo no contaron con los resabios culturales existentes en ambas partes. Ni los patrones ni los empleados estaban convencidos de tal acuerdo. Aquellos no se resignaban a perder lo que debían ceder a sus subordinados, que eran visto como inferiores, sin la capacidad de crear y disciplinarse como ellos para lograr sus objetivos. Obviamente omitían considerar que con la plusvalía que generaba el trabajo de los mismos, los actuales o circunstanciales anteriores, pudieron hacer su capital, independientemente de la evaluación personal que hacían de sus subordinados. Estos a su vez desconfiaban de tal “generosidad”, conociendo el pensamiento general de los patrones, dada las aciagas experiencias acontecidas precedentemente. No solo su participación en la toma de decisiones era exigua - menor adiestramiento en tales habilidades- si no que estimaban que la información era retaceada para el beneficio de los capitalistas en las proporciones que le correspondían. Difícilmente pueda cogestionarse en tales circunstancias. Aunque habrá experiencias positivas, dado que no todos - en ambos bandos- habrán actuado de igual manera, el modelo en general sucumbió dado que prevaleció la desconfianza mutua. En fin, un desconocimiento de la conducta humana que priorizó un modelo basado en parámetros exclusivamente económicos, no contabilizando aquellos que hicieron finalmente extinguirse tal fusión, que excedía a sus conocimientos económicos ( nada inusual por siempre).

 

Al presente las múltiples alternativas experimentadas han fracasado por varias razones, no muy distantes de lo acontecido con la cogestión precitada. La entrega de acciones o alguna forma de participación en las ganancias, no ha surtido el efecto deseado aun los acuerdos entre partes sobre determinado tipo de objetivos a alcanzar. No es extraño desayunarse con el quiebre sorpresivo de su empresa o de otras similares, despidos, sin poder interferir en tales decisiones por serle ajenas a sus alcances. Hoy en día la motivación se sustenta más allá de servir a la organización, sino en la de preservar su fuente de trabajo, tan sujeta a modificaciones que no le garantizan su permanencia en la misma. Y mucho más grave, que se percibe que excede al nivel de idoneidad que posea el sujeto, sino a parámetros económicos de rentabilidad. Algunos teóricos sostienen que la base del capitalismo se basa en meter miedo. Postulación coherente con nuestra aseveración que el modelo capitalista se sustenta en el par autoridad-sumisión. Este implica una relación asimétrica entre las partes involucradas, que incluye el sometimiento, solo sustentado por el miedo al circunstancial superior, o lo que representa, por múltiples causas.

 

No cabe la menor duda que cualquier modelo que se implante en el sistema capitalista, que involucre un acuerdo empresario-trabajadores, fuere cual fuere su naturaleza o método, se formalizará ya que el margen para los asalariados es exiguo para no aceptar.  Harán “como que” se involucrarán pero no se consustanciaran con los acuerdos respectivos. Podrán funcionar en su fase inicial pero el tiempo irá minando su falaz entusiasmo. Y volverá a reformularse el acuerdo ¿ Qué margen puede tener el trabajador? En la vida, en cualquier ámbito o actividad “hacer de...” no ser, es un mal negocio. Ello implica la falta de  identificación con lo actuado, resultándonos ajenos a nosotros mismos. Ergo, no se crece, se transitan las circunstancias sin valor agregado alguno. En otras palabras, nos acomodamos a las situaciones sin asimilarlas. Son muy pocos los humanos que pueden trabajar a gusto, sin presiones. Entre estas, llevar el sustento a su hogar; demostrar que uno puede triunfar; el fracasar; tolerar a veces lo intolerable en la condiciones de trabajo; no alcanzar lo que se le retribuye o tener más ambiciones que posibilidades: etc., etc.,... Nada fácil hallar una salida adecuada a tales presiones. Algunos optan por tener claro que su trabajo es un medio para otros fines más placenteros para su persona (deportivas, artísticas, etc.). Esto implica resignar a superarse en el mismo, limitándose a cumplir lo indispensable que se le exige. Una solución parcial, no exenta de complicaciones, tanto internas - en el mismo ámbito de labor- como externas. Esto tanto si conforma una familia, o no logra desarrollar adecuadamente las actividades extra-laborales que le resultan agradables...

 

Una solución fantaseada por muchos es la de ser independiente, siendo así su propio jefe fijando sus objetivos. Pero esto es una falacia. Generalmente, depende mucho más del mercado, debiendo estar demasiado pendiente de sus usuarios que no tienen porque responder a sus expectativas, riesgo que difícilmente compense esa “autonomía”. Quien desarrolle apropiadamente su labor difícilmente dependa de un “jefe”. Éste “existe” cuando uno denota fallas en su tarea, dando lugar a su intervención, dependiendo ésta de la  ubicuidad, formación y personalidad del respectivo superior. Generalmente, un trabajador idóneo genera una barrera de contención natural para las intervenciones desatinadas de un jefe formal, el cual no posee  generalmente un sólido dominio de su metier. Tal jefe a su vez es conocedor de sus propias limitaciones, ya que antes de serlo era un trabajador como al que puede acosar-perturbar. En fin, identificándose con el mismo, transformándose de víctima de otrora a victimario del presente. Asimismo el trabajo independiente, reducido en el número de personal, pierde una de las características básicas de transmisión del conocimiento: la contigüidad. La interacción vivencial con otros sujetos de menor, igual o mayor nivel en su metier tornase imprescindible para su crecimiento profesional. Igualmente con otros de diferente actividad en la cual pueden intercambiar procesos transferibles a su especialidad, sin excluir las experiencias positivas humanas concomitantes, enriquecedoras de su persona. Los humanos requerimos de disparadores para asociar ideas. Por ahora no podemos rastrear nuestro cerebro en forma automática. Para ello necesitamos concentración-tiempo y no siempre nos es posible. Cuantas veces dormitando logramos soluciones que no aparecen en el sitio respectivo. Tal contigüidad favorece estas felices irrupciones, sin perder el reparador sueño.

 

Asimismo, la tendencia a la conformación de megaorganizaciones, emergentes de fusiones que tienden a reducir costos aunando cargos similares en las organizaciones integradas. Obviamente para beneficio del capital y perjuicio del trabajador despedido. Estimo que no es el modelo a seguir, dado que cuanto mayor número de trabajadores menor el conocimiento virtuoso o defectuoso de los mismos, delegándose excesivamente la transmisión de sus características en documentación. Esta, difícilmente trasunte adecuadamente a las mismas. Tal falacia puede beneficiar o perturbar indebidamente a los agentes involucrados, generando conductas indeseables para la organización: frustración para algunos, sobrestimación para otros, que luego devienen en otras para tolerar tales situaciones. Como ser indiferencia, obsecuencia o cualquier otra conducta perturbadora. En fin, actitudes que “hacen” a organizaciones como las aludidas.

 

Estas frustrantes experiencias de inseguridad expuestas como ser conducidos por chambones, ha germinado una concepción contraria al modelo capitalista. La exigencia de la autoridad moral - quien se lo merezca por su idoneidad/calidad de persona- a la formal, impuesta por sus superiores, que pueden o no tener tal nivel de conocimiento y/o calidad humana, es un factor trascendente que socava la autoridad-sumisión en el cual se sustenta el modelo imperante y contrario al sentido de justicia inserto en su conciencia social.  Este hacer “como que” no es saludable para la inmensa mayoría de los integrantes: los trabajadores. En fin, evidentemente debemos remediar tal incongruencia: ¿ es compatible jugar en equipo y mantener nuestros patrones personales de individualismo?

 

Una última reflexión: los gurúes del capitalismo en sus análisis de modelos motivaciones grupales, se hallan frente a un dilema inevitable. Como justificar los fracasos de estos modelos grupales coparticipativos experimentados en cuanto no implican una panacea (aunque su productividad resulta superior al del accionar individual). Ni los capitalistas aceptarían volver al accionar individual, dado que los criterios no serian uniformes y podrían perder frente a la competencia conformada en equipos disciplinarios e interdisciplinarios. Estimo que tales gurúes no pueden decirle a sus mandantes, so pena de perder su fuente de ingresos inmediata,  que la falla no esta en el accionar grupal sino en la falta de una motivación adecuada a trabajar por objetivos. Desde que pueden ser tales objetivos retaliativos a los trabajadores; que no tienen acceso sobre la situación de la empresa, como ser su disgregación o vaciamiento; o cualquier otro imprevisto que los perjudique. Harán “como que” participan de los proyectos que los conminan a producir - no tienen márgenes para eludirlo, so pena perder su trabajo- sin consustanciarse, siendo ello la causa de su restringido éxito. Cada vez se mastica menos vidrio...

 

En otro orden repasemos las más evidentes fallas del sistema capitalista: en el punto 2.2.

 

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